sábado, 10 de noviembre de 2012
No es "cepo" es un asalto
lunes, 22 de octubre de 2012
La fundación bicicletera Banco Ciudad
viernes, 31 de agosto de 2012
"Preferimos que veraneen en el país"
viernes, 20 de julio de 2012
El más bueno de todos
lunes, 4 de junio de 2012
¿Es la corrupción inherente al modelo?
viernes, 25 de mayo de 2012
202 Años
“La cuestión que plantea la planificación económica no consiste, pues, solamente en si podremos satisfacer en la forma preferida por nosotros lo que consideramos nuestras más o menos importantes necesidades. Está en si seremos nosotros quienes decidamos acerca de lo que es más y lo que es menos importante para nosotros mismos o si ello será decidido por el planificador. La planificación económica no afectaría solo a aquellas de nuestras necesidades marginales que tenemos en la mente cuando hablamos con desprecio de lo simplemente económico. Significaría de hecho que, como individuos, no nos estaría ya permitido decidir qué es lo que consideramos como marginal”
viernes, 4 de mayo de 2012
Ser Celíaco…
viernes, 27 de abril de 2012
Confundir países con personas
miércoles, 18 de abril de 2012
Comprensión o Compulsión
Una petrolera decide utilizar las ganancias generadas en Argentina para expandirse en otros negocios fuera del país. Podría haber invertido en aumentar la producción.
¿Qué tienen en común estos tres “agentes de la economía”? En primer lugar, que toman una decisión en función de una variedad de alternativas. La toma de la decisión implica necesariamente que prefieren ese curso de acción y no otro distinto; evidencia que eligiendo ese camino creen que estarán mejor que si eligieran otro. Nada impide que, a posteriori, se den cuenta que estaban equivocados.
Lo segundo que tienen en común es que el camino elegido refleja que no desean invertir su dinero en Argentina. En el caso del turista, tal vez crea que Brasil es más lindo o tal vez nuestra inflación le ha hecho pensar: “por el mismo dinero, conozco otro país”. Si el carnicero compra dólares en lugar de una nueva heladera probablemente crea que para “los tiempos que vienen” lo mejor es ahorrar en algo seguro, en lugar de invertirlo. Para la petrolera, el caso no es muy distinto, tal vez supongan que realizar inversiones en el país conlleve un riesgo más grande que hacerlo en algún negocio en algún otro destino donde, por ejemplo, pueda elegir a qué precio vender.
Partir de esta base implica de nuestra parte partir de una “verstehen”, de una comprensión acerca de por qué el hombre actúa como actúa. “La comprensión aborda los juicios de valor, las elecciones de los fines y los medios a los que se recurre para alcanzar estos fines…”[1]. La verstehen apunta a entender: ¿por qué no se invierte en el país? ¿Por qué no solo las grandes y malignas corporaciones compran dólares sino los pequeños y medianos empresarios, los trabajadores y los empleados públicos? ¿Por qué el dinero fluye al exterior en lugar de quedarse aquí generando trabajo e inclusión social para los argentinos y las argentinas?
El sistema en el que vivimos no se molesta en realizar estas reflexiones. Lo que el gobierno ve en la realidad es un caos que necesita ser ordenado por resolución ministerial. Donde algunos ven orden espontáneo, ellos ven un inerradicable conflicto de intereses. Ven un interés público constantemente atacado por el fin de lucro de la ley del mercado que no quiere crear trabajo argentino.
Acto seguido, controlan los precios, insultan a productores de yerba mate, nacionalizan los ahorros, nacionalizan Aerolíneas Argentinas, declaran que el fútbol es para todos, prohíben que los que viven en el exterior extraigan dinero de sus cuentas en pesos y, como corolario – o nuevo punto de partida ¿quién sabe? – esta semana expropiaron YPF.
¿Y por qué NO hacerlo si, de otra forma, el mundo sería un caos?
El sistema en que vivimos presupone que el gobierno es el único que puede sacarnos de un inevitable mundo de todos contra todos. El voto mayoritario legitima, y al que no le gusta, está a favor del caos y la locura.
En el camina queda la libertad, como algo idílico, algo que alguna vez quisimos conseguir pero que ahora no es más que otra piedra en el zapato.
lunes, 16 de abril de 2012
Detrás del escándalo
Esta es mi teoría: El gobierno es culpable de los elevadísimos niveles de inflación que padecemos. Aunque, ya sabemos, no están dispuestos a admitirlo. De hecho, hace poco, Marcó del Pont esbozó la teoría de la inflación como problema de oferta y del sector externo[1]…. No es de extrañar entonces que, ante este mal diagnóstico, decidan aplicar una mala solución: tomamos control de YPF y vendemos a precios bajos. Total, la diferencia la pagan los contribuyentes, o los pesos del BCRA, o los que compren deuda pública.
Ahora bien ¿se trata solo de un error económico? Veamos…
¿Hace cuánto que los argentinos aceptamos y aplaudimos la idea de que los “intereses del conjunto” están por encima de los “sectoriales”? ¿Hace cuánto que los argentinos compartimos el principio de que el “bienestar general” debe primar sobre los egoísmos individuales?
¿Cuántos están convencidos de que tanto el fútbol como la comunicación audiovisual son de “interés nacional”? ¿Cuántos son los convencidos de que los empresarios son entes egoístas contrarios al “bien público”?
¿Y cuántos son los que están firmemente convencidos de que los gobiernos de turno son los fieles representantes de ese supremo e intocable interés popular, común, nacional?
¿A quién extraña, entonces, que se anuncie con bombos y platillos que el “51% [de YPF] no va a ser manejado por ningún grupo económico privado”[2]? ¿Puede sorprendernos que la expropiación se proponga sobre la base de la protección de la industria nacional, los usuarios y los consumidores[3]? ¿Llama a alguien la atención que la coacción y la violencia se escuden en el vaguísimo concepto de la utilidad pública?
Ayn Rand escribió una vez:
“Dado que no existe entidad tal como ‘el público’, dado que el público es meramente un número de individuos, cualquier supuesto conflicto del ‘interés público’ con los intereses privados implica que los intereses de algunos hombres deberán ser sacrificados para satisfacer los intereses y deseos de otros. Dado que el concepto es tan convenientemente indefinible, su uso descansa solamente en la habilidad de una pandilla para proclamar ‘el público c’est moi”[4]
La pandilla de turno es hoy la administración Kirchner. Sin embargo, mientras sigamos sosteniendo las anteriormente mencionadas premisas fundamentales, el zorro podrá perder el pelo, pero jamás perderá estas mañas.
[1] “En nuestro país los medios de pago se adecuan al crecimiento de la demanda y las tensiones de los precios están por el lado de la oferta y el sector externo” http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-190369-2012-03-25.html
[2] http://www.libremercado.com/2012-04-16/cristina-fernandez-de-kirchner-soy-la-jefa-de-estado-no-una-patotera-1276455929/
[3] Idem I. Industria, usuarios y consumidores que la propia política del gobierno – y no los empresarios –pone en esta situación.
[4] Ayn Rand: “La Virtud del Egoísmo”
martes, 27 de marzo de 2012
Más allá de Moreno (y no me refiero a La Reja)
Uno de los aspectos positivos de Moreno – consecuencia no intencionada de su despreciable accionar – es que logra hacer evidente la arrogancia y la violencia que yacen detrás de todas las medidas económicas intervencionistas probadas en Argentina de un tiempo a esta parte.
Ahora está de moda “pegarle” al funcionario. Nos cae mal su prepotencia, su mala educación, su soberbia y su actitud de desprecio por cualquier argentino que no esté a su nivel (porque todos sabrán que ser funcionario público es algo incomparablemente honorífico). Muchos, de hecho, piden su renuncia[1].
Sin embargo, lo que debe remarcarse es que Moreno solamente exterioriza lo que ya estaba presente en el país desde tiempos anteriores al mismísimo San Néstor. De hecho, si investigamos un poco en diarios del 2003 podemos encontrar las primeras noticias que anunciaban los “acuerdos de precios” a los que el gobierno de Duhalde – y su respetadísimo Ministro de Economía Roberto Lavagna – había llegado con distintos sectores de la economía, como el lácteo o el de los combustibles.
La única diferencia entre estos “acuerdos” y el dictum “el precio lo defino yo[2]” del funcionarísimo Moreno es que uno se lleva a cabo en una reunión amistosa y cordial y el otro se sale un poco de lo protocolarmente esperable. En esencia, no obstante, la situación es la misma. Veamos por qué…
Los precios de los productos son meras señales, meros mensajeros de “algo” que está detrás. Por ejemplo, si el precio de la leche sube puede deberse a que ésta sea relativamente escasa. Su precio alto, por tanto, indica que el sector de la leche es un buen negocio e invita a los empresarios a desembolsar su ahorro en producir leche para obtener rentabilidad. La competencia que estos nuevos empresarios generan da como resultado más leche y menores precios.
Por otro lado, el precio – como mensajero del mundo económico – también puede estar reflejando que hay algo en la economía que está siendo relativamente abundante, a saber, los pesos en circulación. Cuando no es solo la leche sino todos los precios los que suben (aunque lo hagan a ritmos distintos) la información que se transmite es que hay inflación.
Exactamente lo mismo puede ser dicho de los medios de comunicación. Los diarios son meros mensajeros de “algo” que está detrás. Ergo, si el diario A dice que el ministro B está llenándose los bolsillos con la corrupción de la empresa C, solo se limita a difundir esa información a aquellos agentes que estén interesados en conocerla.
Si el gobierno, ergo, quiere hacer algo al respecto ¿cuál es la diferencia entre, por un lado, invitar al director del diario A y pedirle amablemente, con vino y sushi de por medio, que deje de comunicar cosas inconvenientes y, por el otro, citarlo para comunicarle que la información que se transmite “la decido yo”?
Desde la devaluación el gobierno de Duhalde y el de ambos Kirchner han recurrido a la violencia contra el mensajero como manera de solucionar los problemas que ellos mismos generan. Los controles de precios, tipo de cambio, compra de moneda extranjera e importaciones son algunos ejemplos. Los nuevos ataques a la prensa y los últimos exabruptos del funcionarísimo, los más recientes.
En conclusión, por más que nos traten bien, cuando el gobierno intenta impedir que se transmitan ciertos mensajes – económicos o no – siempre nos enfrentaremos al violento “esto lo decido yo”. Una eventual renuncia de Moreno no solucionaría este problema.
Si de una vez y para siempre queremos terminar con esta situación tenemos que abogar por un sistema donde la imposición gubernamental no sea una opción. Caso contrario, terminaremos siempre topándonos con estas peligrosas víctimas del delirio de grandeza.
[1] http://www.infobae.com/notas/611607-La-oposicion-reclama-la-renuncia-de-Moreno-tras-la-denuncia-del-PRO.html / http://www.larazon.com.ar/actualidad/dirigente-kirchnerista-pidio-renuncia-Moreno_0_245700024.html
[2] “… y al que no le gusta, que se ponga en cuatro” http://diarioinedito.com/Nota/7335
viernes, 13 de enero de 2012
Inductivitis
Carlos Díaz murió en un accidente de tránsito el primero de Enero. Diez días más tarde, sin embargo, nos enteramos que dicho accidente no fue un hecho fortuito impredecible, sino que fue producto de la irresponsabilidad (por decir lo menos) de un conductor ebrio que venía generando caos a su paso por la ruta 11.
El video fue grabado por otro conductor y ahora todo está sometido a investigación. No aconsejo verlo, basta con saber la historia que es suficientemente triste.
Lo curioso del hecho es la reacción de ciertas personas. La información dice que el conductor ebrio, quien desencadena el accidente, es de nacionalidad boliviana. Rápidamente entonces son varios los que se apresuran a decir que si no fuera por cierto “descontrol migratorio” esto no habría sucedido.
El razonamiento es el siguiente. Si en argentina viviéramos solamente los argentinos y las fronteras estuvieran cerradas (como en la Rusia Soviética de su momento) o, al menos, “bien reguladas” (como la de Estados Unidos, o la de los países europeos en la actualidad) podríamos “elegir” quienes entran y quienes no y, por supuesto, dejaríamos afuera a los bolivianos borrachos.
Lo menos que se puede decir de esta abominable reflexión es que peca de exceso de inductivismo. Si el inductivo fuera un órgano del cuerpo, podríamos decir que los que esbozan estas teorías padecen una severa inductivitis.
El inductivismo, sin embargo, no es un órgano del cuerpo sino una doctrina científica que (grosso modo) explica fenómenos universales a partir de enunciados particulares. Por ejemplo, al observar la caída de un lápiz desde el escritorio, luego al ver que el caen gotas de agua de la ducha, y luego de ver que si tiro una moneda hacia arriba ésta vuelve a mi mano, concluyo que existe una fuerza que llamamos gravedad.
De la misma forma, al ver que un accidente es generado por un individuo no nacido en Argentina, pedimos que cierren las fronteras. A partir del enunciado “un boliviano produjo un accidente fatal” y “los bolivianos son extranjeros” concluimos “todos los extranjeros son un riesgo para la salud de los que viven en Argentina”
Ahora bien ¿Qué pasa con el que no es Argentino pero nunca ocasionó ningún accidente? ¿Qué diremos de los argentinos que sí los ocasionan? ¿Y qué decir de los ladrones, secuestradores y asesinos que ahora constituyen la pujante industria nacional? ¿Y los políticos corruptos? Muchos, por ley, no pueden ser extranjeros.
El inductivismo presenta el problema de que nunca podemos saber si nuestra “base empírica” es suficientemente grande. ¿Qué me garantiza a mí que luego de observar 500.000 personas con ojos verdes, la 500.001 tenga ojos marrones? ¿Cómo puedo afirmar, aun habiendo observado un número enorme de ovejeros alemanes, que no existen los bóxers?
La teoría xenófoba que sigue a esta noticia no solo es una muestra del más rancio fascismo. Es, además, una “ilustración empírica” de la ignorancia supina de quien la postula.
jueves, 5 de enero de 2012
El político discriminador
Es problema que presentaban estas newsletters es que revelaban que este candidato aparentemente “libertario”, creyente en el mercado, en la no agresión, en la tolerancia entre las diferentes creencias y preferencias individuales, etcétera era realmente un racista homofóbico. Así las cosas, muchos atribuyen la pérdida de la Interna de Iowa a esta controversia.
Ahora bien, supongamos lo peor. Ron Paul es un facho discriminador que se mofa de los gays y cree que todas los negros son delincuentes. ¿Cuánto debería importarnos (poco a nosotros que vivimos abajo del mundo, pero supongamos que fuera un candidato argentino)? ¿Cuán relevante, entonces, son las preferencias individuales de los candidatos? ¿Por qué deberíamos preocuparnos de si un político es gay-friendly, antisemita o racista?
Lo que viene a la mente rápido es el ejemplo alemán del siglo pasado. Si antes de asumir la presidencia cantás a los cuatro viento que despreciás cierta religión, probablemente después termines cometiendo una masacre difícil de olvidar. Tomando este hecho en consideración, es comprensible que quedemos espantados cuando olemos algo siquiera parecido.
Sin embargo, lo que deberíamos tener en cuenta en lugar de las características personales de los candidatos y sus eventuales parcialidades respecto de ciertos temas es el sistema en que ese candidato ejercerá el poder.
¿Podrá este político materializar su discriminación y convertirla en política de Estado? ¿Es cierto que si el político que triunfa en las elecciones es gay-friendly entonces los “derechos de los gays” van a respetarse pero si es un ultracatólico conservador los homosexuales deberán volver al “under” de donde salieron? ¿Debemos realmente temer que si el nuevo presidente norteamericano no es negro puedan volver los tiempos de la segregación, por ejemplo?
Si lo que pesa en el sistema es la persona, entonces sí. Mucho miedo deberíamos tener. En los esquemas políticos en que lo importante es el tipo de persona que asume el trono, la sociedad buscará continuamente seres extraordinarios, amantes de todo tipo de religiones, amigos de todo tipo de preferencias sexuales, incapaces de discriminar, sensibles con los pobres, amigables con los ricos... en fin, un prototipo difícil de encontrar.
Por el otro lado, si el sistema es lo que importa y éste supone que las preferencias personales del mandatario no tengan ningún efecto práctico en la sociedad (paradójicamente el sistema que Ron Paul parece proponer al menos en alguna medida), poco debería importarnos si el nuevo presidente es gay, musulmán, judío, pelirrojo o si va a la cancha de Racing en lugar de a la de Boca.
La manera de evitar que la homofobia o la discriminación tengan algún efecto dañino concreto sobre la sociedad no es buscar continuamente el gobierno de Superman o la Mujer Maravilla, sino más bien encontrar aquel sistema en el cual, aun gobernando el Pingüino o el Guasón, los ciudadanos puedan vivir en paz.