El gobernador más bueno de todos lanzó hace poco un plan para financiar la compra de bicicletas de manera de incentivar todo lo bueno del hombre, su salud, la ecología y la vida sana.
¿De qué se trata? Vas a una bicicletería, elegís la que te gusta y pedís un presupuesto. Con eso vas al Banco Ciudad y estos te dan un crédito a pagar en 50 cuotas en pesos sin interés. Es decir que si te querés comprar una bicicleta de 1000 pesos, te dan el dinero y podés devolver $20 pesos por mes, por 50 meses.
No cabe ninguna duda que, en un contexto inflacionario (incluso en un contexto con mucha menor inflación que la que le debemos a CFK y Marcó del Pont), esto NO es negocio para el banco - más allá de que SÍ lo sea para los bicicleteros "adheridos"-.
En este sentido, el Banco Ciudad se está comportando como lo haría una fundación privada que busque fomentar el uso de la bicicleta por los motivos que crea convenientes.
Sin embargo, existe una enorme diferencia. Los fondos que tendrán que cubrir el quebranto no son del Banco.
En primer lugar, porque el banco le debe dinero a todos sus depositantes y prestarle a los biciusuarios no es una buena manera de cuidarlo.
En segundo lugar, porque este banco en particular, un banco público como el Ciudad, puede incurrir en quebrantos sin afectar a sus depositantes ya que el dinero lo consigue gracias al presupuesto público porteño.
En pocas palabras, este alevosamente pésimo negocio será bancado por todos los porteños que pagan impuestos y que poco interés tienen en financiar ciclistas. Es claro que en nombre de la salud y la ecología todo atropello a la voluntad individual es posible.
Ahora bien ¿cuál es el verdadero fin de este programa escondido detrás de la promoción de la vida sana? El gobernante snob que tiene la ciudad quiere que Buenos Aires sea Amsterdam y mandó construir kilómetros de Bicisendas que nadie usa salvo durante los fines de semana (lo que no extraña, ya que los gobiernos son totalmente ineficientes para producir lo que el publico verdaderamente demanda). Al ver los patéticos resultados, puso en marcha, en primer lugar, un sistema de alquileres gratuitos y ahora este subsidio fenomenal a la compra de bicicletas a ver si al menos alguno ve lo realmente fantástico de su proyecto.
En conclusión, más de lo mismo, los recursos "de todos" terminan siendo de los que gobiernan y solo sirven para sus propios intereses políticos. Lo mejor que podemos esperar, entonces, es que esos fondos sean lo menos cuantiosos posibles, de manera que los gobernantes se enfoquen en las pocas tareas públicas que verdaderamente interesan a la sociedad.