Lo que sucede es que –para el ciclo lectivo 2011- el Ministerio de Educación Bonaerense anunció que en la materia “Política y Ciudadanía” (¿?) se va a estudiar el escrache como forma de manifestación ciudadana. Hasta aquí la primer parte del título de hoy.
En cuanto a la segunda parte, la editorial “La Marca” anunció la publicación de un libro que en forma de cuento realza la vida de nuestro celebérrimo guerrillero Ernesto Guevara. Por supuesto, el Ministerio de Educación ya preseleccionó el cuentito para que pase a integrar las bibliotecas de las escuelas de educación primaria.[i]
Sobre los escraches, no podemos disentir con el Ministro Bonaerense en que éste forma parte de “las formas en que el mundo contemporáneo ha visto manifestarse a la sociedad…”[ii] Por otra parte, el término escrachar usado familiarmente implica poner en evidencia a alguien, lo que no siempre tiene que implicar una actitud fascista. En conclusión, creo que si estuviera pensando estudiar Ciencia Política o alguna disciplina afín estaría más que encantado de poder analizar este tipo de manifestaciones desde una perspectiva crítica y objetiva.
Respecto del médico devenido en conductor de la Revolución Cubana, bienvenida sea la publicación de un libro que lo santifique. De hecho, sobran películas que lo hacen y nadie nunca dijo nada. El tema es que cuando aparezcan los “Videla para principiantes” o “El niño Adolfito” también los podamos apreciar como manifestaciones de la libertad de expresión a la que cada individuo tiene derecho y la que no siempre traerá las mejores creaciones.
Ahora bien, seguramente -contrario a mi pensamiento- existan padres que crean que sus hijos no deben ir al colegio para entender qué es un escrache, sino más bien para recibir información que les permita conseguir un buen trabajo. Otros argumentarán que materias tan específicas deberían corresponder a otro tipo de estudios y no a un secundario y habrá otros (los alumnos, por ejemplo) que queden más que satisfechos de ir al colegio y que la profe hable de los escraches mientras ellos puedan seguir jugando al truco.
En la misma línea, muchos se opondrán a la imagen que el cuento le da al revolucionario Guevara. Muchos insistirán en que los medios no justificaban sus fines, en que cometió crímenes aberrantes y que definitivamente no le gustaría que su hijo reciba esta versión lifting de la realidad.
Hasta aquí, todas posturas válidas o defendibles desde alguna perspectiva. Sin embargo, todos sin excepción iremos al colegio y aprenderemos sólo una de estas posturas. O escrache, o no escrache. O el “Che” fue un “ejemplo en cuanto a sus valores, a su compromiso con el bien común y a su solidaridad”[iii] o el “Che” fue tan malo como la dictadura que combatió.
La verdad quedará en manos del Ministerio. Y si bien se supone que al Ministro de Educación lo designó la autoridad que “el pueblo” eligió –presidenta, gobernador, jefe de gobierno- la realidad es que vos no sos el pueblo (porque cuando somos todos no es nadie) y vos no tenés ganas de mandar al chico al colegio para después tener que tomarte el doble trabajo de explicarle que los valores del “Che” eran más parecidos a los de Mubarak que a los de Sarmiento o que el bien común es la entelequia usada para beneficiar a unos en perjuicio de otros.
Finalmente, probablemente sí termines con ganas de darle una clase práctica de escraches yendo a la puerta del colegio a exigir que se enseñe como corresponde.
O por ahí, nos animamos un poco más y exigimos que nunca más un ente centralizado y omnisapiente sea el que decida qué es lo mejor que deben estudiar nuestros hijos.