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de Mayo. Un día importante para la Argentina pero un día aun más importante
para La Crisis es Filosófica. Cumplimos dos años y el país no ha mejorado
mucho. De hecho, la situación está bastante peor, siendo el último escándalo
que un
organismo fiscal se tome atribuciones policiales y prohíba de facto la
compra-venta de moneda extranjera utilizando como pretexto un argumento que
ignora el principio esencial de presunción de la inocencia (ya que al
manifestar tu voluntad de comprar dólares el acusado tiene que probar que no es un delincuente).
En
otro orden de cosas, la Corte Suprema da
su visto bueno a una ley inconstitucional y los jueces
y el congreso
no cesan en su afán por garantizar la impunidad de los funcionarios corruptos
que tenemos.
He
aquí el maravilloso logro del “modelo”: dividir a la sociedad en dos clases
bien diferenciadas. La de los gobernantes que gozan de toda la impunidad
posible y la de los gobernados, cada vez más preocupados por la inflación, la
seguridad y el avance sobre sus libertades.
Es
que el “modelo” se asienta en la premisa de que el Estado expresa “la voluntad
popular” por excelencia. Y si eso es cierto ¿Para qué investigar a los gobernantes
cuando todo lo que hacen, lo hacen para bien del pueblo?
Si
el estado, entonces, es la personificación del bien común ¿Qué sentido tiene pasar
largas horas debatiendo en el congreso sobre la libertad de comercio dentro del
país si podemos mandar a los perros
de la AFIP a hacer lo que se nos antoje para concretar el plan económico
que el bien común exige?
A
la década del noventa se la critica (erróneamente) por haber “replegado” al
Estado y haberlo “subordinado” a la voluntad del mercado[1]. A
cambio, los Kirchner reflotaron la vetusta idea de la economía planificada y
ahora los iluminados planificadores, expertos de la talla de Guillermo Moreno,
Julio de Vido, Amado Boudou y Ricardo Etchegaray, son los que arrean al pobre
rebaño que hoy protesta por lo que hasta hace poco aplaudía.
Hace
más de 50 años, F. A. Hayek se refería a este problema y advertía sobre los
riesgos de la economía planificada en su obra Camino de Servidumbre:
“La cuestión que plantea la planificación económica no consiste, pues, solamente en si podremos satisfacer en la forma preferida por nosotros lo que consideramos nuestras más o menos importantes necesidades. Está en si seremos nosotros quienes decidamos acerca de lo que es más y lo que es menos importante para nosotros mismos o si ello será decidido por el planificador. La planificación económica no afectaría solo a aquellas de nuestras necesidades marginales que tenemos en la mente cuando hablamos con desprecio de lo simplemente económico. Significaría de hecho que, como individuos, no nos estaría ya permitido decidir qué es lo que consideramos como marginal”
En
resumidas cuentas, por mucho que queramos repudiar el caos del mercado y sus
supuestas falencias, es imperioso también que tengamos en cuenta que la
alternativa siempre ha sido la misma: ineficiencia, corrupción, prepotencia y servidumbre.