jueves, 5 de enero de 2012

El político discriminador

En los Estados Unidos, por mucho tiempo referencia obligada al hablar de libertad, democracia y progreso, surgió una polémica a raíz de la publicación de ciertas newsletters atribuidas a un candidato de corte neoliberal, como algunos gustarían en llamar.

Es problema que presentaban estas newsletters es que revelaban que este candidato aparentemente “libertario”, creyente en el mercado, en la no agresión, en la tolerancia entre las diferentes creencias y preferencias individuales, etcétera era realmente un racista homofóbico. Así las cosas, muchos atribuyen la pérdida de la Interna de Iowa a esta controversia.

Ahora bien, supongamos lo peor. Ron Paul es un facho discriminador que se mofa de los gays y cree que todas los negros son delincuentes. ¿Cuánto debería importarnos (poco a nosotros que vivimos abajo del mundo, pero supongamos que fuera un candidato argentino)? ¿Cuán relevante, entonces, son las preferencias individuales de los candidatos? ¿Por qué deberíamos preocuparnos de si un político es gay-friendly, antisemita o racista?


Lo que viene a la mente rápido es el ejemplo alemán del siglo pasado. Si antes de asumir la presidencia cantás a los cuatro viento que despreciás cierta religión, probablemente después termines cometiendo una masacre difícil de olvidar. Tomando este hecho en consideración, es comprensible que quedemos espantados cuando olemos algo siquiera parecido.

Sin embargo, lo que deberíamos tener en cuenta en lugar de las características personales de los candidatos y sus eventuales parcialidades respecto de ciertos temas es el sistema en que ese candidato ejercerá el poder.

¿Podrá este político materializar su discriminación y convertirla en política de Estado? ¿Es cierto que si el político que triunfa en las elecciones es gay-friendly entonces los “derechos de los gays” van a respetarse pero si es un ultracatólico conservador los homosexuales deberán volver al “under” de donde salieron? ¿Debemos realmente temer que si el nuevo presidente norteamericano no es negro puedan volver los tiempos de la segregación, por ejemplo?

Si lo que pesa en el sistema es la persona, entonces sí. Mucho miedo deberíamos tener. En los esquemas políticos en que lo importante es el tipo de persona que asume el trono, la sociedad buscará continuamente seres extraordinarios, amantes de todo tipo de religiones, amigos de todo tipo de preferencias sexuales, incapaces de discriminar, sensibles con los pobres, amigables con los ricos... en fin, un prototipo difícil de encontrar.

Por el otro lado, si el sistema es lo que importa y éste supone que las preferencias personales del mandatario no tengan ningún efecto práctico en la sociedad (paradójicamente el sistema que Ron Paul parece proponer al menos en alguna medida), poco debería importarnos si el nuevo presidente es gay, musulmán, judío, pelirrojo o si va a la cancha de Racing en lugar de a la de Boca.

La manera de evitar que la homofobia o la discriminación tengan algún efecto dañino concreto sobre la sociedad no es buscar continuamente el gobierno de Superman o la Mujer Maravilla, sino más bien encontrar aquel sistema en el cual, aun gobernando el Pingüino o el Guasón, los ciudadanos puedan vivir en paz.

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