María: ¡Ay Ju! ¿Qué decís? ¡Lo hace todo por el rating!
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José: ¿Viste la modelo que era cartonera? Además de estar muuuy buena, qué lindo mensaje envía a todos sobre la capacidad de progresar…
Lucio: ¡Calláte Joe! Seguro la contratan para poder pagarle dos pesos con cincuenta, total la mina va a aceptar o aceptar.
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Ariel: ¡Qué genio Messi! Además de ser el mejor jugador de la historia dona millones de euros para su fundación de asistencia a chicos en situación de riesgo…
Jimena: Muy ingenuo lo tuyo Ari, es obvio que lo hace para deducirlo del pago del impuesto a las ganancias. ¡Flor de vivo Lionel!
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Existe en nuestra sociedad, y probablemente en muchas otras, la idea de que las buenas acciones, las buenas de verdad, tienen que ir siempre en un solo sentido. Hacer el bien significa actuar de manera desinteresada; darle algo a otro sin contraprestación, sacrificarse.
Si algún individuo llegara –por medio de una actividad determinada- a ser parte de la mejora de la situación personal de otro y existiera la mínima sospecha de que de esa participación el primer individuo tendrá un beneficio personal, la actividad jamás ingresará al paraíso de lo moralmente correcto y su actor irá a parar al infierno de los aprovechadores.
Frente a esta idea cabe oponer dos cuestiones. En primer lugar vale la pena preguntarse por qué debería ser correcto sacrificarse por alguien de manera desinteresada. Es decir, si hoy evito gastar 10 pesos para ahorrar y comprarme una remera en dos meses, el sacrificio en el consumo presente me beneficia en un “mejor” consumo futuro.
Ahora, si yo sacrifico 10 pesos hoy regalándoselos a un individuo desconocido, ni en el presente ni en el futuro obtendré un resultado favorable de dicha acción. Mi sacrificio redunda directamente en el beneficio de este otro sujeto, pero es un juego donde uno pierde y otro gana. ¿Qué tiene de moralmente correcto este sistema? Nada.
Una segunda oposición a la idea de mandar a todos los aprovechadores al infierno es el papel que éstos cumplen en determinados sistemas. El economista profesor Israel Kirzner, en su crítica a la teoría de la competencia perfecta, indica que la realidad no se caracteriza por la existencia de mercados de competencia perfecta sino más bien por la existencia de mercados de conocimiento imperfecto (lo que significa que la razón por la cual en el barrio de Caballito compramos manzanas a 6 pesos el kilo es que no sabemos dónde conseguirlas más baratas).
Dado este conocimiento imperfecto, es el empresario –el aprovechador por excelencia- el que verá en estas imperfecciones oportunidades de beneficio. Si descubre que en Mataderos el kilo de manzanas está a dos pesos y agregando el precio del traslado puede revenderlo a 4$ y hacer negocio, entonces no dudará en aprovechar la situación para ganar dinero. Como colateral, este beneficio individual redunda en uno “social” para quienes viven en Caballito.
Sin embargo, si bien en términos generales este sistema se entiende y se juzga como mejor que otros, la noción de que la búsqueda del beneficio personal y que el egoísmo son intrínsecamente perversos, genera un sistema legal que impide el desarrollo de este proceso de manera eficaz.
En consecuencia tenemos leyes laborales que impiden la libre contratación, leyes que impiden el libre comercio y leyes que obligan a regalar ganancias al Estado para que éste redistribuya la riqueza.
Pero el tema no es económico sino de principios. Hasta no abandonar la hipocresía que implica la idea de que el sacrificio desinteresado es superior al interés personal, hasta que no admiremos a los aprovechadores y diseñemos un sistema en que el beneficio de ellos sea el beneficio del resto, las posibilidades de vivir en un país donde todos tengan una mejor calidad de vida seguirán siendo muy bajas.
Jesus murió por nosotros sin pedir nada a cambio.
ResponderEliminarUna cosa es la actividad que beneficia al grupo y a quien la realiza, y otra es la que perjudica a muchos para beneficiar al aprovechador.
Messi inocente. Que done lo que quiera, si evade, no evade acá, él cobra sueldo en España.
El tema con Tinelli es que los sueños van todos por el lado de mostrar un estado ausente, y eso genera sensibilidades. Todos los sueños son: ponerle agua potable a una escuelita, comprarle una silla de ruedas al hermanito o conseguir un tomógrafo para un hospital. Si los sueños fueran conocer a Ricky Martin o cabecear un centro del Mellizo en la bombonera, nadie diría: -Ufff, lo hace por el rating.
Y la cartonera modelo... bué. Está perfecto que haya sido cartonera y perfecto que ahora sea modelo.. pero el "lindo mensaje (que) envía a todos sobre la capacidad de progresar…" no se cuál es. ¿Solo si sos muy linda podés progresar?
Resultado final de una sociedad en la que admiremos a los aprovechadores y el sistema juegue para ellos: 5% de la población acumula el 95% de la riqueza.
Abrazo