El problema es que ambas disposiciones tienen en común tres pilares fundamentales. El primero es la declaración de la “comunicación audiovisual” o “radiodifusión” como un servicio de interés público. El segundo es que a través de ambas leyes podemos ver una exaltación de la “argentinidad” o lo nacional por sobre lo foráneo. Por último, ambas leyes tienen como objetivo la protección del espectador.
Interés Público
Por más que en el discurso intente oponerse visceralmente a las ideas de la dictadura de los `70, el gobierno de los Kirchner (impulsor de esta ley) comparte con ellos la idea de que los medios son de interés público.
El problema con esta pomposa declaración es que como ese interés es tan difícil de identificar –ya que somos 40 millones con distintos pareceres y deseos- probablemente lo que termine imponiéndose sea el interés propio del gobierno que dice (por ganar las elecciones) ser el representante de todos.
Finalmente, la consecuencia puede variar desde tener programas de “promoción cultural” con gauchos cocinando asados en algún canal perdido, o bien a tener la versión argentina de “Aló Presidente” con CFK como animadora y Aníbal, Bodou y Randazzo en el rol de panelistas incisivos.
Lo Nacional
La vieja ley sugería que “La programación deberá incluir, preferentemente, obras de autores nacionales e interpretaciones de artistas argentinos”[i]. La nueva, a diferencia (perdón, en la misma línea), impone que “Los servicios de televisión abierta deberán emitir un mínimo del 60% de producción nacional; con un mínimo del 30% de producción propia que incluya informativos locales.”[ii]
Ahora bien, ¿Por qué cuando a Mauricio Macri se le ocurre acusar a la“inmigración descontrolada” de peruanos y bolivianos de ser la culpable de los hechos ocurridos en el Parque Indoamericano, todos coincidimos en tildarlo de xenófobo pero cuando el gobierno impulsa una ley donde al capital y al trabajo extranjero se le da un lugar de segunda, a todos nos parece fenómeno? ¿No es este otro caso de lisa y llana xenofobia?
Protección del Espectador
He aquí donde la izquierda y la derecha estrechan sus manos y nos dicen “tranquilos, nosotros los cuidamos”.
La diferencia es que van a cuidarnos de cosas distintas. Mientras la ley vieja busca protegernos de que “atenten contra la salud o estabilidad síquica de los destinatarios de los mensajes o contra su integridad moral”[iii], la nueva intenta protegernos de una supuesta concentración de medios que podría –dios no quiera- hacernos pensar algo que a ellos no les guste:
“Con el fin de impedir la formación de monopolios y oligopolios, el proyecto de ley pone límites a la concentración, fijando topes a la cantidad de licencias y por tipo de medio.”[iv]
Para protegernos los militares inauguraron el COMFER, mientras que los del Frente Para la Victoria lanzaron la AFSCA y además agregan una serie de regulaciones referentes a las licencias con el fin de evitar la “concentración” –o sea, concentrar pero en manos amigas-.
Ahora bien ¿Por qué tenemos dos leyes tan parecidas en esencia pero diseñadas por ideologías supuestamente antagónicas?
¿Será esto señal que desde ambos lados del espectro político sí se cree en la existencia del “interés público” y se acepta que Cristina o el General de turno sean los encargados de expresarlo?
¿Será que ambas facciones se olvidaron que su misión como gobernantes es “asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”?
¿Será que izquierda y derecha coinciden en considerar al televidente un ser poco capaz de cambiar de canal o simplemente apagar el televisor si lo que tiene en frente no le gusta?
Los impulsores de la nueva ley alzan la bandera de la “democratización” de los medios. Sin embargo, en esencia y en principios, coinciden con una ley promulgada por un gobierno militar bastante poco democrático.
¿Y nosotros? ¿Estamos en condiciones de creer que los medios interesan sólo a quien produce y a quien consume y no "al pueblo"? ¿Podremos dejar la xenofobia de lado y abrir las puertas sin prejuicios? ¿Estamos listos para adueñarnos verdaderamente del control remoto?
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