La Boheme Vs. Kapanga
(O cómo conservadores y progresistas comparten sus premisas básicas)
No es casualidad que la reciente reapertura del teatro Colón se haya llevado a cabo en la víspera del cumpleaños número 200 de la Revolución de Mayo. En medio de tantos festejos y tanta exaltación de “lo nacional”, “lo patrio” y “lo nuestro”, el gobierno municipal no quiso quedarse atrás de la celebración propuesta por Cristina Fernández y festejó el aniversario de la Patria con ópera y música clásica.
A pocas cuadras, la Presidenta (a quien se le atribuirá sólo con fines didácticos, la dirección y organización de los festejos bicentenarios) eligió para celebrarle al país su cumpleaños, un evento multicultural que involucraría conciertos musicales, desfiles militares y un paseo de comidas típicas entre otras cosas “bien argentinas”.
Ahora centrémonos por un instante en la elección musical. Como contrapartida de la distinción, la elegancia y el refinamiento buscado en el espectáculo que dio comienzo a esta nueva etapa del Teatro Colón, en el Obelisco “lo nacional” fue encarnado por grupos de rock como Virus, Kapanga, Las Pelotas, que han marcado a fuego la historia de la música popular argentina.
Ambos espectáculos pueden tomarse como símbolos de una disputa de modelos. Mauricio y Cristina salen a la búsqueda de la aprobación electoral con propuestas que –en la superficie- parecen diametralmente opuestas. Lo popular contra lo aristocrático. Lo transgresor contra lo tradicional. El progresismo contra el conservadurismo. Eso sí: todo en nombre del país y de preservar hitos de la cultura nacional.
Para celebrar el bicentenario, la administración Fernández de Kirchner difiere de la administración Macri en qué tipo de espectáculo brindará al público presente. Sin embargo, ninguno duda al usar el dinero de los contribuyentes en algo que a éstos no les interesa en lo más mínimo.
Ambos eventos implican la misma premisa básica. Usar el dinero de todos para beneficiar a un grupo específico en nombre de una causa superior (llámese preservar la tradición centenaria de la ópera y las artes clásicas, o llámese exaltar el “ser argentino” y homenajear a la cultura popular).
Pocas dudas quedan que es un grupo selecto el que asiste a las galas de “uno de los teatros más importantes del mundo”; pero lo mismo ocurre con el Rock. Así fueran 20 millones los seguidores, sigue tratándose de un grupo específico dentro de la sociedad que se beneficia del espectáculo gracias al esfuerzo que han hecho otros.
Finalmente: Es una cuestión de principios. ¿Es justo que el gobierno en nombre de una “causa nacional” que pareciera estar legitimada por la mayoría beneficie a un grupo determinado en detrimento de otro? Hasta ahora tanto el Jefe de Gobierno porteño como la Presidenta de la Nación dan una respuesta afirmativa a esta pregunta.
Primero: No me podés decir: "usar el dinero de los contribuyentes en algo que a estos NO LES INTERESA EN LO MÁS MÍNIMO." cuando me hablás de una fiesta nacional y popular con la histórica concurrencia de más de 2.000.000 de personas. Da la sensación de que interesó.
ResponderEliminarY con lo de asignar recursos de todos para algo que no le interesa a todos... Si vamos a pensar asi...nos quedamos sin calles, sin puentes, sin fútbol para todos, sin semáforos, sin AEROLINEAS Y PAGINA12 SOCIEDAD DEL ESTADO, sin militares que eventualmente inventen internet, sin la NASA.
Hay cosas que se pagan entre todos, y para discutir cómo se gasta... está el presupuesto en el Congreso.
Si Lopez Morfi saca -16 votos y no mete diputados... no puede decir -Ahh, entonces no pago más impuestos!, cierren el INADI, y echen a todos! Suspendan el carnaval y cerrame 3 comedores infantiles.
PD: Por fín tu blog.
Estoy de acuerdo con el Sr. Cocodrilo Mental en lo siguiente: desde la Ilustración que el modelo de gobierno depende de que le demos la plata (también la responsabilidad y el poder) a un grupo de gente que decide, en nuestra representación, en qué se gasta. Admito, de todas maneras, que hay una crisis de representación, sumada a una crisis de participación (quizás sean lo mismo): nadie se fija en qué consiste el presupuesto del Congreso, ergo nadie puede decir que esa guita esté bien o mal gastada. En general nos ponemos a gritar cuando las decisiones ya están tomadas.
ResponderEliminarPor otro lado la siguiente reflexión: no está mal, se me ocurre, que, para celebrar, haya dos opciones diametralmente opuestas. Hay quienes no irían nunca a un recital de Kapanga y quienes se dormirían en el Colón. Las sociedades más civilizadas y tolerantes se construyen sobre las bases de la diversidad. El problema estaría en un juicio de valor sobre la calidad de uno y otro evento y de quienes acuden a uno y otro recital.
Felicitaciones por el blog!
Agradezco los comentarios y me encanta que el artíulo haya motivado estas reflexiones. Es la idea de todo el blog, invitar a la gente a pensar en estas cosas y revolver paradigmas establecidos...
ResponderEliminarYo pienso dos cosas:
Por un lado, qué pasa con aquellos que les gusta RODRIGO? Yo no vi que hubiera cuarteto en ningún espectáculo de estos días. Creo que esto refleja que la representatividad de todos es una aspiración inalcanzable.
Por otro lado: supongamos que no sólo en persona 2 millones de espectadores vieron los festejos de la 9 de Julio, sino que por TV, otras 20 millones de personas siguieron todo lo que acontecìa durante estos 4 días...
¿Es justo hacer que los 18 millones de personas restantes, que no se interesan por el festejo Bicentenario o que no disfrutan de los espectáculos elegidos para celebrarlo deban financiar con su trabajo y esfuerzo el disfrute de los primeros?
Un par de cosas: muy lindo el teatro COLON,y me pregunto si no serìa mejor que fuese privado. O Acaso, todo el financiamiento de su funcionamiento como asì su mantenimiento, refacciones y remodelaciones no se hace con "Dineros Pùblicos"? Bien, entendido èsto, la otra pregunta es: quienes son los que van a disfrutar de sus programas? respuesta: en general, personas que pueden pagar el precio actual o aùn mayor. Si esto es asì, parece una injusticia para las mayorìas, puesto que habiendo financiado con sus dineros a traves de los impuestos o el impuesto inflacionario lo antes expresado, dificilmente pueden pagar el costo de una entrada. Entonces, los que lo pueden pagar, pagan un precio bajo dado que es subvencionado por "todos", y los que lo subvencionan no lo pueden pagar por demasiado alto.
ResponderEliminarNo habrà llegado el momento de despojarnos de la hipocresìa y dejar de hacerle pagar a los pobres los bienes o servicios que pueden disfrutar los pudientes?? Aerolìneas comerciales (reales o fantasmas, de esas que tienen personal pero no aviones y por ende no vuelan a ninguna parte), teatros, museos, subsidios a la electricidad, subsidios al gas, subsisdios a los combustibles, subsidios a los transportes, subsidios a...........
Ah, los festejos,......bueno, si....se viò que la gente quiso participar del cumpleaños de la PATRIA, y eso es lo mejor de todo; làstima que nuestros polìticos todo lo enlodan. ûltima pregunta: no serà que nosotros, - los argentinos -, cuando llegamos a la polìtica actuamos diferente de como pensamos cuando vemos actuar a los polìticos??
Te felicito por el artìculo; siempre es bueno inducir de alguna manera al pensamiento. Te mando un abrazo
Reenvío un e-mail que me llegó en estos días. Muy bueno el blog, recien ahora he podido comenzar a seguirlo. Abrazo Carrie!
ResponderEliminar¿Le faltó algo al bicentenario?
Por Héctor A. Huergo
¿Le faltó algo a la fastuosa celebración del Bicentenario en Buenos Aires? No mucho. En la parafernalia de los espectáculos, solo faltó mostrar el campo. Poca cosa. Es apenas nuestra historia, nuestro presente y futuro.
Desfilaron, colgando de andamios, los pretendidos íconos de la industria nacional: las heladeras Siam, el sedán Di Tella, que en la imaginación de los guionistas del espectáculo representan el embrión del desarrollo nacional.
Cien años antes de la aparición de las heladeras, la técnica del frío se instaló en la Patria para apuntalar su primer negocio histórico. Fue cuando recaló aquí “Le Frigorifique”, el primer buque frigorífico, que habilitó la posibilidad de llegar a Inglaterra con carne fresca. Abrió el primer negocio histórico para el país naciente, que se organizaba desde la Constitución Nacional para explotarlo.
Las vacas estaban. Se le habían escapado a los Adelantados, y se reprodujeron alborozadamente, al amparo de los pajonales de las pampas. Pero sin frigoríficos, el negocio se limitaba al saladero, para producir charqui o tasajo, carnes de baja calidad para esclavos del Caribe. Vacas cimarronas que no servían para otra cosa.
Llegó la tecnología. Los frigoríficos, monstruosas inversiones en los puertos de Ensenada, sobre el Riachuelo, en Rosario, o el mítico Liebig sobre el río Uruguay, construido a fines del siglo XIX por obreros y artesanos que llegaban en botes porque no había caminos. Organizamos las estancias. “Alambren, no sean bárbaros”, gritó Sarmiento. Si alambrábamos, las vacas ya no podían ir a tomar agua al arroyo. Entonces pusimos los molinos y los tanques y los bebederos.
Pero eran las mismas vacas cimarronas y los mismos pajonales. Los ingleses querían carne “posta”. Entonces trajimos a Tarquino, Virtuoso y Niágara. Los toros fundadores perpetuados en la botella de whisky nacional. Mestizamos millones de vacas criollas.
Ahora había que darles de comer, para que expresaran su potencial. Alguien tenía que sembrar la alfalfa. Trajimos a los gringos, de Italia, de España, de Suiza, de Alemania, de Dinamarca, de Rusia, de Irlanda. Los gauchos judíos de Entre Ríos, Santa Fe, la Colonia Hirsch de Carlos Casares, que tanto talento le dio al país.
Para implantar la alfalfa, había que refinar la tierra. Con trigo, maíz, cebada, lino, girasol. Como subproducto del objetivo ganadero, fuimos sin buscarlo, el granero del mundo. Y la agroindustria ya acompañaba. Ahí están, testimonios vivos, las fachadas de los molinos de antaño, como el que Faena tiene en Puerto Madero. O la maltería Hudson al lado del Country Abril. También están las huellas del ferrocarril, que sobrevive a pesar de nuestras barrabasadas. Industria y servicios paridos por la ganadería y los granos.
En el interior, nacían las fábricas de maquinaria. Mainero en Bell Ville tiene casi 80 años. En Sunchales, la cosechadora que diseñó Domingo Rotania (reconstruída hace pocos años a iniciativa del colega Danilo Gallay, que gestionó el aporte del alemán Helmuth Claas, líder mundial en el rubro) engalana la entrada al pueblo. Fue la primera patente mundial de cosechadora automotriz, por 1930. Y no estaba solo en el mercado de corta y trilla: cuando llegan los tiempos del fomento a la industria, en cada pueblo santafesino ya existía una fábrica.
Roma nació con un arado. La agricultura funda ciudades, porque el arado estaba antes que la ciudad que hoy simboliza la cultura. Cultura es, primero, entender que venimos de la agricultura. En especial los argentinos, que además vivimos de ella.
Ni una referencia, salvo algunos compases de chacarera del Chaqueño y la Sole, que sacudieron a la multitud revelando que nuestro origen sigue vibrando en el cuerpo social de la Patria. Soledad viene de la capital de la soja. El yuyo que tampoco fue invitado al desfile y que sin embargo pagó la fiesta.
Lo mío es cortito y al pie, haciendo foco en lo que considero interesante.
ResponderEliminarLa elección "rocanrol" de Cristina es estratégica e inteligente. Con elecciones de este tipo convence sutilmente al electorado joven. Basta con mirar "6 a las 7 en el 8" y escuchar las cortinas con Cerati. ¿Dónde se traza la línea fina entre propaganda política y cultura?
Interesante leni. Ahora ¿Vos crees que el gobierno va a jugar en contra de su propio interés y trazar la línea?
ResponderEliminarSi no hay línea mejor van a poder disfrazar su objetivo político con "fomento a la cultura", "el sentir nacional", "festejar lo nuestro" y demás variantes.
Abrazo!!
Totalmente de acuerdo. Por eso creo que lo hacen muy bien en pos de sus intereses, lo que no quiere decir que esté de acuerdo.
ResponderEliminar¡Abrazo y buenísimo el blog!
leni