sábado, 8 de octubre de 2011

Gracias, pero no es MI patrimonio

Hay notas que suelen pasar bastante desapercibidas en los medios. Y se entiende. El desabastecimiento de nafta, la inflación, Cristina lamentando su viudez y los abominables crímenes que azotan a nuestra población acaparan toda la atención.

Sin embargo, hay un tema que me desvela. En la edición online del diario La Nación de hoy hay una nota de Ángeles Castro referida al “casco histórico” de nuestra querida ciudad.

¿De qué se trata? De ahora en más, si la ley te incluye en la nueva delimitación, no podrás modificar la fachada del edificio, nadie puede construir algo de más de 32 metros, y no se pueden agregar nuevas marquesinas publicitarias. ¿Y todo esto por qué? ¡Pues claro! Para proteger el patrimonio histórico de la ciudad.

Más allá de la novedad, lo que me llama la atención es la cantidad de simpatías, loas y felicitaciones que esta nota ha suscitado en el grupo de variadísimos comentaristas del diario. Las alabanzas van desde cosas como “Muy auspicioso que haya salido esta ley. Todo lo que vaya en dirección de proteger el patrimonio, vale” hasta reflexiones más trascendentales como “¡Qué buena noticia! Una ciudad que respeta su patrimonio construido, reafirma su identidad” y aún gente que exige profundizar el modelo proponiendo “…hacer algo parecido con ciertos edificios en los barrios…”. En fin, la diversidad en los comentarios sólo va de muy bueno a superfantástico.

Ahora bien, empecemos por definir qué es el patrimonio histórico. ¿A qué se refiere la legislatura porteña cuando habla del APH? ¿Es aquello que ellos, muy expertos todos en construcciones, deciden que debe preservarse y qué puede transformarse en shopping? ¿Y por qué ellos? ¿Quién es el señor Di Stéfano para arrogarse la voluntad de todos y decidir sobre este tema? ¿Quiénes son ellos para decirle a un industrial o emprendedor que su edificio debe tener sólo 32 metros? ¿Dónde está escrito que la función del gobierno es velar por la armonía arquitectónica del territorio?

Por otro lado ¿Qué significan los 192 edificios protegidos que no pueden demolerse y que debe mantenerse la fachada? ¿Quiere decir que, por ley, obligaremos a las personas que legítimamente compraron estos departamentos a incurrir en gastos extra para mantenerlos cuando quizá no tenían pensado hacerlo? ¿Cómo lo pagarán?

¿O será que de ahora en más utilizarán nuestro dinero para que esos propietarios no sólo tengan la fachada bien mantenida sino que (puesto que tienen el mantenimiento subsidiado) el precio de su inmueble se vaya a las nubes? Porque no querría pensar que lo que hay detrás es una nueva empresa que (¡oh, casualidad!) se dedica a mantener edificios antiguos y cuyo único cliente pasa a ser el gobierno porteño.

Y por último ¿por qué tanta gente aplaude la medida? Las razones no las conozco, pero el hecho es que parecen ser muchas.

Entonces, si tanta gente apoya estas ideas, no sería mejor crear la fundación “Preservamos los Edificios que nos Parece que Tienen un Valor Especial”. ¿Cuál es la necesidad de sumarme a mí a la causa cuando no me interesa en lo más mínimo si la calle Florida cambia su fisonomía? ¿No se trata de una imposición arbitraria?

Si queremos tener un gobierno democrático, su esencia debe pasar por el respeto de la voluntad de las minorías. Y ni el patrimonio histórico, ni el crecimiento con equidad, ni la preservación de la cultura pueden aceptarse como excusa para que ese principio se viole.

Es una lástima que el PRO, que desea presentarse como alternativa al fascismo gobernante, incurra sistemáticamente en los mismos errores.

sábado, 17 de septiembre de 2011

¿Existe el desinterés?


Friends fue definitivamente una de las mejores series de los últimos años. Hace poco, y dado que usualmente me gusta tratar estos temas en el blog, me recordaron de este capítulo en que Joey Y Phoebe tienen una discusión acerca del egoísmo. Me encantó.

Entonces bien. El tema está planteado: ¿Hay acciones que no sean egoístas? ¿Cuándo hacemos algo “por otro”, lo estamos haciendo verdaderamente por el otro, o lo hacemos por nosotros mismos?

Si damos una mirada a lo que el autor del tratado de economía “La Acción Humana” Ludwig von Mises tiene para decirnos, podemos acercarnos a una respuesta:

“En el estricto sentido del término, el hombre que actúa aspira solamente a un fin último, a la consecución de un estado de cosas que le siente mejor que sus alternativos (…)

La característica distintiva de estos fines últimos es que dependen enteramente en el juicio de valor personal y subjetivo de cada individuo, que no puede ser examinado, medido, y mucho menos corregido por ninguna otra persona.”[i]

De esta forma, cuando Joey decide participar del Teletón, la decisión y el hecho que efectivamente participe nos muestran a los demás que, dentro de sus juicios de valor personales, Joey considera “mejor” ser co-conductor del programa que quedarse en su casa sin hacer nada, o continuar en la búsqueda de otro trabajo.

Sin embargo, Phoebe dice que su acto es egoísta porque su único interés es “salir en la tele”. Desde esta perspectiva Joey es egoísta porque su acto no es desinteresado. No se trata sólo de ayudar, sino que está detrás de un beneficio, utilidad o ganancia personal.

Ahora bien ¿Existen los actos desinteresados? ¿Si Joey fuera al Teletòn simplemente porque quiere ayudar, podríamos llamar a eso un acto desinteresado? Sobre este tema, vale la pena citar las palabras del filósofo argentino Gabriel Zanotti al tratar el tema del amor de benevolencia:

“En el caso del hombre, el amor de benevolencia busca el bien del amado. En ese caso, es absolutamente necesario entender que el bien del amado y el bien del amante son sólo uno: pues el bien del amante y, por ende, lo que agrega perfección a su ser, es precisamente el bien del amado (…) La entrega al otro es "útil" para el amante, en cuanto "utilidad" hace referencia, en su máxima dimensión analógica, al bien que recibe todo ser humano en toda conducta racional.

Es así que, aunque resulte insólito, la acción racional (…) también se da en el amor de benevolencia. La entrega total al otro implica el máximo bien para la persona que hace dicha entrega, y por ende, su máxima ganancia…”[ii]

Es decir, aún cuando desde afuera parezca (o los mismos protagonistas de la acción así lo comuniquen) que un acto es totalmente desinteresado, el hecho que se realice demuestra que las partes tienen interés en llevarlo a cabo.

Sobre si ese interés es ayudar a los desposeídos o tener el mejor auto, podemos armar nuestro juicio de valor personal. Pero en ningún caso podríamos decir que tener un auto es egoísta y ayudar al prójimo no lo es.

Ambas acciones reflejan la escala de prioridades del actor. Y en ambos casos, la acción es egoísta e interesada. En este sentido, cualquier estudio serio sobre la conducta humana debería darle la razón a Joey.


[i] “Theory and History” Ludwig von Mises, 2007 Ludwig von Mises Institute.

[ii] “El Método de la Economía Política”. Gabriel Zanotti, Revista Libertas Nº40

viernes, 26 de agosto de 2011

Democracia Bajo Fuego: El Valor de la Crítica

Tiempo atrás nos referimos al problema que traía aparejado perseguir judicialmente a alguien por expresar sus ideas, pensamientos o sensaciones, por más abominables que éstos nos parezcan.

Poco después, Fito Páez vomitó insultos contra “la mitad de Buenos Aires” y levantó una polémica enorme por haber tratado mal a los votantes. ¿Cómo se permite semejante osadía? Sobre el asunto se escribieron artículos enteros descalificando sus dichos y criticando su actitud antidemocrática, por sobre todas las cosas. Aquí, en cambio, discutimos sus ideas.

Ahora bien, luego de las primarias, como ganaron los que no le gustan a la Sociedad Rural Argentina (pero sí a los artistas), quienes se llevaron el premio al exabrupto fueron sus representantes.

Hugo Biolcati sugirió que a los argentinos lo único que les interesa es tener un LCD y mirar a Marcelo Tinelli mientras que el país va camino al iceberg. Otro nuevo ataque de flanco hacia el supuesto egoísmo de los votantes, y hacia el elemento esencial de la democracia, “el pueblo”, los que votamos (que es distinto a “Los que Vivimos”).

Probablemente, como ya le pasó a Fito, Biolcati también reciba su correspondiente citación judicial. Pero, por las dudas, ya tiene una colección de críticas para entretenerse. El típico “gorila”, de parte de Aníbal Fernández, “lo peor de la Argentina” y “se le salió la chaveta” fueron algunas de las reacciones.

Así las cosas, lo que en la Argentina parece imperar es una serie de temas sobre los que nadie debe opinar distinto, o bien si lo hace, disimularlo lo más posible si no quiere ser investigado por la justicia, por el INADI, o demonizado por Clarín o “6, 7, 8” (según corresponda).

El problema con esta actitud es que impide llegar a mundos mejores. Si las expresiones de Páez o de Biolcati son atacadas con violencia y denostadas de manera que la próxima vez piensen dos veces antes de opinar sobre la “voluntad popular”, nos quedaremos sin voces críticas. Y las voces críticas son esenciales al mundo por dos cosas:

En primer lugar, si las críticas son erróneas, el hecho de que hayan salido a la luz, nos da la posibilidad de contrarrestarlas, de oponer nuestra teoría y reforzar nuevamente su valor.

Por el contrario, si las críticas son acertadas (y creo que nadie pensó en esta posibilidad), entonces estamos ante la posibilidad única de dar un nuevo debate, y de encontrar sistemas que satisfagan mejor las necesidades de todos.

En el año 1600 Galileo Galilei salvó su vida al confesar bajo presión que su teoría sobre el movimiento planetario era falsa. Sin embargo, la Tierra gira alrededor del Sol.

Probablemente no sean Biolcati ni Fito Páez los Galileos de nuestra era.

Pero que no queden dudas que la actitud de persecución y vilipendio de cualquiera que critique ciertos asuntos de nuestra vida pública es la garantía más grande de que si hay un Galileo dando vueltas, nunca lo vamos a conocer.

viernes, 19 de agosto de 2011

Paul Krugman: nueva víctima de la crisis filosófica

La economía es una rama de la ciencia que admiro particularmente. El estudio de la acción humana orientada a la satisfacción de necesidades, que da lugar a la interconexión libre y pacífica entre las personas, no puede ser tomado como algo menor, o meramente técnico. Sin embargo, algunos economistas se empeñan en quitarle todo contenido humano.

Es así como el premio nobel Paul Krugman, abogado del déficit y de la expansión fiscal (sólo para momentos de “crisis”), propuso –a modo de exageración- que si la sociedad norteamericana tuviera que armarse en defensa de una supuesta invasión alienígena, el gasto que esto generaría reactivaría la economía de manera tal que una vez que se dieran cuenta que tal invasión era un invento, ya habrían salido de la crisis.

Más allá de que este razonamiento roza el disparate económico, me gustaría analizar el tema desde un punto de vista moral, desde qué concepto del hombre tiene detrás esta teoría.

El razonamiento sería el siguiente: El país está próximo a una recesión, o sea, pocas ventas, poca rentabilidad, empresas en riesgo, quiebras, despidos y el círculo se pone peor. Entonces, ¿qué hacemos? El que tiene plata –El Estado, que no tiene pero puede fabricarla- la inyecta en el mercado y eso hace que vuelva el consumo, vuelvan las ventas, vuelva la rentabilidad, y todos contentos. ¿Inflación, endeudamiento, impuestos más altos? Después vemos.

Lo importante es que los americanos vuelvan a consumir. ¡Malditos americanos que dejaron de comprar todos al mismo tiempo! ¿Cómo se les ocurre? Pensar en las causas parece ser demasiado esfuerzo.

Pero el gran problema que hay con este razonamiento que ataca el síntoma es dónde sitúa al ser humano. Es decir, se considera que si desde el Estado manejamos ciertas variables, entonces el mundo vuelve a la “normalidad”.

Ahora bien, ¿Qué somos, relojes? ¿Somos tornillos de un carburador que si está andando mal nos tienen que ajustar? ¿Cuál es la normalidad? ¿Es aquel mundo dinámico que hacen los hombres en uso de su libertad, o es aquello que Paul Krugman quiere que la normalidad sea?

¿Por otro lado, cuál es la función de los bienes en el mundo, satisfacer las necesidades humanas, o es el ser humano el que tiene que satisfacer la necesidad de los bienes de ser comprados?

Si bien la propuesta del premio nobel tiene un lado económico oscuro en cuanto a las consecuencias que generaría, hay algo más profundo detrás que necesita ser combatido. Somos seres humanos y animados, no objetos o fichas de un tablero de ajedrez.

No permitamos que "la economía", la estabilidad financiera o los ratings de S&P sirvan de excusa para que nos den el trato que le dan a las piezas de un motor y no dejemos que nos usen como herramienta para consumir, cuando el consumo es nuestra herramienta para sobrevivir y no a la inversa.

jueves, 11 de agosto de 2011

¿El votante irracional?

En la versión digital del diario La Nación del día miércoles, apareció una nota titulada “El votante irracional”, escrita por la premiada periodista y miembro de la Academia Nacional de Periodismo, Nora Bär.

En ella se busca, sobre la base de ciertos hallazgos de la neurociencia, racionalizar (valga la paradoja) la catarata de insultos hecha por Fito Páez y tantos otros luego del triunfo de Macri en Capital. Generalizando, el artículo se pregunta: “Pero ¡¿cómo puede ser que tanta gente haya votado por X y no por Z?!” A juzgar por las conclusiones, me quedo con Fito.


La tesis de este breve artículo es, básicamente, que los políticos ganan gracias a la irracionalidad de los votantes.

“… tal como explicó Facundo Manes en su último programa sobre "Los misterios del cerebro" (sábados a las 21, por C5N), y sugieren cada vez más estudios neurocientíficos -y campañas publicitarias plagadas de golpes bajos dirigidos a nuestros más íntimos resortes emocionales-, la decisión del votante es peligrosamente parecida a una conducta irracional o inconsciente: se basa en datos como la cara o la apariencia del candidato, siente una gran resistencia al cambio (aunque se le presenten argumentos convincentes), realiza inferencias similares a las que utilizan los chicos…”

Ahora bien, aceptando la premisa que el triunfo de Macri tuvo que ver con razonamientos similares a los que utilizan los chicos, o dando por sentado que Cristina ganará por la resistencia al cambio, debe destacarse que de estas premisas no se extraen necesariamente las conclusiones del artículo.

Si bien la autora busca una posición políticamente correcta sobre los “enojos post electorales”, creo que considerar irracional al votante es todavía más agraviante - y más inexacto- que acusarlo de egoísta, como dijera el autor de Mariposa Tecnicolor.

De hecho el votante, como cualquier ser humano, es un ser racional[i] y cuando vota, también lo hace racionalmente, por más que ignore las propuestas de los candidatos y sólo se guíe por la cara, la publicidad de la tele, o la entrevista en la revista GENTE.

Y si bien para Bär guiarse por estas cuestiones demuestra que el voto es irracional, creo necesario decir que es exactamente lo contrario.

Votar implica un costo, e informarse para hacerlo implica un costo aún mayor. Por otro lado, el poder que tiene el voto de cada uno es difícilmente tan importante como para inclinar una elección y, aún en el caso de que gane nuestro candidato, el beneficio que uno obtiene está muy disperso entre toda la población (es decir, es difícil que nos beneficie directamente si es que no formamos parte del sindicato de Moyano).

Por último, el costo de una mala elección (votar al que finalmente termina haciendo las cosas mal) también está disperso y las consecuencias están distribuidas entre toda la población (a menos que seas un productor de carne y te prohíban las exportaciones, o seas un economista profesional y te multen por medir la inflación). Ergo, los incentivos para tomar una decisión "informada" son bajos.

De esta forma, lo que la periodista describe como irracionalidad, no es más que lo que otros autores llamaron hace más de cincuenta años la “ignorancia racional”:

“En una de sus originales contribuciones a la teoría de la elección pública, Anthony Downs (1957) resaltó que el individuo que vota es –en gran medida- ignorante pero es racional en mantenerse en ese estado. La lógica detrás de esta afirmación es que el voto del individuo raramente decide el resultado de una votación. De esta forma, el impacto de hacer un voto bien informado es cercano a, sino directamente, cero.”[ii]

¿Entonces, para qué informarme, leer los planes de los candidatos, saber sobre economía, sobre moral, sobre justicia, o sobre política si, en el fondo, mi voto va a hacer muy poco por mi bienestar y el bienestar del país?

¿Para qué me voy a informar a fondo si puedo tener un pantallazo general al ver un spot televisivo y dedicar el resto de mi tiempo a hacer actividades que sí redunden en un beneficio directo como trabajar, cuidar a mis hijos, o mirar Bailando por un Sueño?

En conclusión, podemos ser críticos de quienes ganan las elecciones. Podemos oponernos a la idea de que las campañas tengan más marketing que debate político. Podemos quejarnos de que sistemáticamente nos toquen los peores gobernantes. Pero grave será el error si creemos que la culpa la tiene la supuesta irracionalidad de los votantes.


[i] Racional en el sentido que toma decisiones utilizando su razonamiento y sopesando costos y beneficios. La racionalidad no garantiza que el individuo esté acertado, sino simplemente que actúa paraconseguir un objetivo.

viernes, 5 de agosto de 2011

Gracias a la Anomia

En la entrada de la semana pasada, cuestionamos la necesidad de tener elecciones obligatorias y pusimos de manifiesto la oposición que existe entre los procesos políticos electorales y los procesos electorales que se dan en el ámbito individual, que no deberían ser puestos en segundo lugar.

En este sentido, que la ley nos exija ir a votar, por más lo haga con la excusa de la civilidad y el compromiso ciudadano, es una amenaza contra la libertad de disponer de nuestro domingo como nos venga en gana y por eso consideramos que todo el concepto debería reverse.

Ahora bien, a juzgar por el porcentaje del padrón que, aun estando obligado, no fue a las urnas a cumplir con su “deber cívico” y a la luz la multa que se debería imponer a aquéllos, algo llama la atención.

Desarrollemos: en primer lugar, las noticias informaron que la asistencia fue del 68% del padrón[i], es decir que un 32% -o sea doscientos cincuenta y seis mil personas- no concurrió y es difícil pensar que tantos porteños estaban de viaje a más de 500 kilómetros de la ciudad. Lo más probable es que una mayoría de éstos, simplemente haya decidido hacer otra cosa.

En segundo lugar, una noticia de Infobae del año 2007, explicaba cuál sería el monto actualizado de la multa impuesta por no ir a votar. Haciendo cálculos, no ir a votar te costaría algo así como un centésimo de centavo, en el peor de los casos, y esto se debe a que nadie se preocupó por aggiornar la ley.

Respetar la ley

Siempre he escuchado con atención a distinguidos intelectuales, historiadores o economistas cuando planteaban que el problema de la Argentina era la falta de respeto por la ley. El gran problema de los argentinos para desarrollarse y ser, de una vez por todas, el país de la campaña de Néstor Kirchner (“Un País en Serio”), era su anomia.

Ahora bien, a juzgar por el dilema “libertad para elegir mi domingo versus obligación para elegir a mis gobernantes”, se ve que la anomia está jugando un rol muy importante a favor de la libertad.

Llevado a otros contextos, ¿no es la anomia la que hace que todavía existan bares donde se pueda fumar? ¿No es la anomia la que hace que puedas fumar ciertas sustancias en tu casa violando la Ley de Estupefacientes (pero respetando el artículo 20 de la Constitución Nacional)?

O bien, ¿no es la falta de respeto a la ley –de contratos de trabajo- la que permite que haya gente trabajando que, de otra forma, no podría hacerlo? ¿No es la facturación en negro lo que hace que algunas empresas funcionen mientras que, de otra manera, no podrían hacerlo? ¿No es la falta de respeto por ciertas regulaciones lo que permite que haya empresas de colectivos que te quieran ofrecer un mejor servicio?

Y mirando hacia atrás ¿No fue la anomia la que le permitió al pueblo soviético alimentarse y vestirse gracias a los enormes mercados negros que se desarrollaron? ¿Y no fue gracias a cierta manipulación de las normas que Oskar Schindler pasó a la posteridad?

¿Respetar qué ley?

No creo que deba contrarrestar una idea tan fuerte como que las normas deben ser respetadas o, de lo contrario, hacerse respetar, pero sí me parece importante considerar qué normas son las que deben prevalecer y qué sistemas emergen de qué normas.

Si respetar la ley a ultranza fuera la receta perfecta, la Unión Soviética seguiría siendo una cárcel y el nacionalsocialismo seguiría gobernando Alemania.

Tal vez gracias a Maradona, los argentinos nos hicimos fama de no respetar la ley. Pues bien, mientras las leyes que no se cumplen sean aquellas que violentan nuestras libertades y nuestros derechos esenciales, bienvenida sea esta reputación.

viernes, 29 de julio de 2011

Elecciones: ¿Qué Elecciones?

Todos sabíamos que el 2011 iba a ser un año electoral. Sin embargo, ahora nos vamos dando cuenta de lo que esto significa. Luego de la votación del 10 de julio, los porteños volveremos a las urnas este domingo 30. Quince días después, el 14 de Agosto, todos los argentinos tendremos que votar en las Elecciones Internas, Obligatorias y Simultáneas para Todos los Partidos. Finalmente, y luego de una breve pausa, volveremos a las urnas el 23 de Octubre para la elección nacional y, de haber Ballotage, una nueva elección nos espera el 20 de Noviembre.

Más allá de la cuestión política evidente que será resultado de todas estas votaciones, existe algo que también se alterará: naturalmente, la tranquilidad de tu domingo.

Es decir, si el domingo de la elección pensabas levantarte tarde (para eso están los domingos, ¿o no?), cuando vayas a votar, un rato antes o un rato después de comer, vas a darte cuenta que tenés quince o veinte personas en frente tuyo con lo que el deber cívico te va habrá costado entre 35 y 50 minutos de tu día. Si, en cambio, pensabas evitar la cola e ir temprano, la situación no mejorará mucho, ya que probablemente la evites, pero corras el riesgo de ser obligado a quedar como presidente de mesa. En ese caso, tu deber cívico te habrá costado casi 10 horas de tu día. Además del hecho que te levantaste temprano un domingo.

Agregado a todo esto tenés el lío de tránsito y autos en doble fila estacionados en la puerta de los colegios, justo en las calles más angostas de la ciudad; y el hecho de que, si querés “hacer las cosas bien”, tuviste que comerte horas de informativos televisivos y varias páginas de diarios para saber qué va a hacer cada candidato con tu pobre país. Y todo esto sin contar que el sábado a la noche no pudiste tomarte ni una cerveza ni ir a bailar a ningún lado por la veda electoral.

Ahora bien ¿Qué pasa con la gente que no tiene ganas de leer los diarios? ¿Qué pasa con los que sólo leen la parte de automóviles, o el suplemento de arte? ¿Qué pasa con vos, que estabas súper ilusionada con pasar un domingo de campo y te tenés que quedar en Capital porque el predio en Ezeiza no es a más de 500 kilómetros de modo que te exima de votar? ¿Qué pasa con los que sólo quieren ir a bailar y divertirse, y no les interesa si gana Cristina o gana Alfonsín porque -pase lo que pase- Crobar va a estar siempre abierto?

Finalmente ¿Qué pasa con aquellos que sí leen los diarios, que sí saben realmente lo que los políticos le van a hacer al país, y que por consiguiente quieren ahorrarse el trámite de colaborar con la destrucción de la nación?

En definitiva ¿es posible que "Las Elecciones" se opongan a nuestras elecciones? ¿Y llegado ese caso, qué elecciones son las que tenemos que valorar?

Creo que no hay mejor cosa que dejar, voilà, que cada uno decida.


jueves, 14 de julio de 2011

Fito Páez versus ¿el egoísmo?

Revolviendo entre la montaña de agravios y asco que el exitoso cantante rosarino le dedicó a la mitad de los porteños luego del triunfo de Mauricio Macri en las elecciones, podemos encontrar una idea que vale la pena debatir.

A su manera, y con frases como “A la mitad de los porteños le gusta tener el bolsillo lleno, a costa de qué, no importa…” o Gente con ideas para pocos. Gente egoísta. Gente sin swing.” Fito Páez expresó lo que muchos consideran cierto y se lo achacó al, digamos, modelo macrista: el egoísmo es malo, y los egoístas de Buenos Aires votaron a Macri.

Ahora bien, lo que estaba en frente ¿era puro altruismo? ¿Cree de buena fe Fito que los que van a votar a Cristina en Octubre están votando con el corazón y no con el bolsillo?

En mayo, Marcelo Tinelli reflexionaba sobre la situación económica de la actualidad:

Yo viví hace diez años una de las situaciones más terribles de la Argentina. Hoy, gracias a Dios, puedo gozar de tener una empresa en paz, pagar los sueldos, que no es poca cosa, y poder invertir. Estoy feliz de vivir en la Argentina[i]

¿Y no es ésta la idea que explica perfectamente el motivo de la muy posible reelección de Cristina Fernández en Octubre? ¿Y cuando esto suceda, se asqueará Páez o pensará que ganaron los derechos humanos?

Volviendo al tema del egoísmo, Fito Páez afirma que a los porteños les gusta tener el bolsillo lleno sin importar a costa de qué:

¿Ignorará el cantante que la inflación generada por el Frente Para la Victoria es una manera de enriquecer a unos (por ejemplo la AFIP) a costa de todos los demás? ¿Ignorará Páez que los subsidios a las artes son a costa de los impuestos que paga el pobre que compra un paquete de polenta para que coma su familia? ¿Se olvidó Rodolfito que ahora él puede ver fútbol gracias a que la gente que poco disfruta del “deporte nacional” está obligada por ley a financiarlo? ¿Se olvida que los shows donde él entretiene al público oficialista son pagados con el trabajo de quienes no disfrutan de su música y que eso implica tener el bolsillo lleno a costa de otro?

A la luz de estas cuestiones no puedo más que pensar que el enojo de Fito no está dirigido a los egoístas (que son aquellos que tienen autoestima[ii], aquellos que se preocupan por su interés propio), sino a todos aquéllos que encuentran su bienestar a costa del de los otros, que no es lo mismo.

Y he aquí la paradoja: El sistema que más promueve esta forma de vida que Fito aborrece, es el del gobierno que él mismo dice querer reelegir.

viernes, 8 de julio de 2011

Defender lo Defendible

Escribir estas líneas para defender a uno de los personajes más abominables de la escena política actual sería intentar defender lo indefendible. En ese sentido, mi interés es que la figura de Luis D’elía siga gozando del mismo rechazo público que goza hasta ahora y que si debiera modificarse un ápice, sea en menos y no en más.

Sin embargo, sí creo que hay algo que vale la pena repensar respecto de sus dichos y la posterior citación judicial que el líder piquetero devenido en fuerza de choque oficialista protagonizó esta semana.

D’elía es antisemita. Sus dichos, si bien fueron bastante light para lo que nos tiene acostumbrados, son absolutamente reprochables. No por los dichos en sí sino por lo que encarnan:

“El racismo es la forma más baja, más burda y más primitiva de colectivismo.
Es la noción de atribuirle significado moral, social o político al linaje genético de un hombre – la noción de que los rasgos intelectuales y de carácter de un hombre son producidos y transmitidos por la química interna de su cuerpo. Lo que significa, en la práctica, que un hombre debe ser juzgado, no por su propio carácter y acciones, sino por los caracteres y acciones de un colectivo de antepasados."

Teniendo en cuenta que Luis D’elía juzgó a Kravetz y a Tellerman por su pertenencia a un colectivo (religioso en este caso) más allá de su individualidad y los hechos de su vida que son lo que verdaderamente cuentan, podemos decir que lo de D’elía fue racismo puro (como lo describe Ayn Rand en “La Virtud del Egoísmo”) y, como tal, es execrable.

Ahora bien ¿es necesario que la policía cuente con una división Antidiscriminación para perseguir a los infelices que anden por la vida vomitando estas expresiones? ¿No es evidente que la única perjudicada con estas aseveraciones es la ya patética imagen de D’elía en la sociedad? ¿Y qué pasa con los que piensan lo mismo pero no tienen una radio o una cámara en frente para hacer su pensamiento público? ¿Cómo vamos a combatir la discriminación que nos rodea a diario? ¿No está D’elía en su derecho a expresarse de la manera que quiera siempre y cuando no perjudique la vida de otros?

Se puede argumentar que los dichos del piquetero pueden afectar la sensibilidad de algunos. ¿Ahora bien, quién puede sentirse tocado por lo que diga este personaje? ¿Y si de hecho lo hicieran, afecta una frase el curso natural de su vida?

Parte de vivir en un país con libertad como reza nuestro preámbulo es tener la posibilidad de decir lo que nos parezca. Si perseguimos judicialmente a D’elía por decir lo que a él le parece, evitamos el funcionamiento de un mecanismo mucho más poderoso para refutar las ideas que es el del intercambio, el del debate y, en última instancia, el de la ignorancia total.

Para personajes tan marginales, el último parece ser el camino indicado. Pero la persecución judicial no sólo no se corresponde con la idea de un país libre, sino que le da entidad a dichos que deberían ser tomados como de quien vienen y, en consecuencia, ser ignorados en el mismo momento en que son terminados de decir.

martes, 21 de junio de 2011

¿Qué tendrá el "Che" Guevara?

Hace una semana, en ocasión del aniversario del nacimiento de Ernesto Guevara, su tocaya Ernestina Pais entrevistó al Sr. Ramiro Guevara Erra, medio hermano del “Che” y, al mismo tiempo, coordinador del “Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara”. El motivo de la entrevista fue difundir la muestra “Cuando el Che era Ernestito”, una muestra fotográfica con imágenes del revolucionario argentino cuando niño.
El reportaje, digno de la revista HOLA, no tuvo mayores contratiempos. Ramiro se explayó sobre la muestra fotográfica, sobre la semana de homenajes al Che en Rosario, sobre la figura de Guevara en su familia y sobre lo particular de ser el hermano del “tipo que aparece en todas las remeras del mundo”. Muy light.
Luego de la breve charla, mi primera reacción fue el enojo. Pero este enojo no se debió solamente a la condescendencia de los entrevistadores, sino también al hecho de que el CELChe no es un ente creado por Ramiro Guevara y otros allegados correligianarios de la visión del mundo del "Che", sino que es un Centro creado por la misma municipalidad de Rosario (como si todos los rosarinos estuvieran de acuerdo con el comunismo revolucionario cubano).
Pasado el sobresalto inicial, y de la misma forma que Ricky Maravilla preguntaba“¿Qué tendrá el petiso?”, decidí hacer lo mismo y preguntarme: ¿Qué tendrá el Che Guevara?
¿Qué tendrá el Che Guevara que le perdonamos la lucha armada como forma de vida? ¿Qué tendrá el Che Guevara que ignoramos los fusilamientos llevados a cabo por el régimen que él ayudó a crear y por los cuales él mismo es acusado? ¿Qué tendrá el Che Guevara que no vemos que él mismo fue funcionario del gobierno de Fidel Castro por 7 años antes de su muerte? ¿Qué tendrá el Che Guevara para que ignoremos que fue su Revolución la que persiguió no sólo a los opresores del pasado, sino también a minorías inofensivas, como los homosexuales, por ejemplo? ¿Qué tendrá el Che Guevara que los supuestos periodistas incisivos e incomodantes de CQC hacen reportajes que podrían pertenecer a la revista Para Tí? Y, por último, ¿Qué tendrá este Guevara cuyas remeras y merchandising son un éxito comercial y cuya popularidad es comparable a la de Marcelo Tinelli?
Respuestas
Pensando e investigando, llegué a dos conclusiones. La primera es histórica y la segunda es, en algún punto, algo de azar.
En primer lugar, debe contextualizarse la Revolución Cubana. Luego de años de un gobierno tiránico y abusivo como el de Batista, con persecusión de disidentes, torturas y todo lo que trae el “combo dictadura”, hasta John Locke habría aplaudido a los sublevados. En este sentido, al tener en frente un sistema tan opresor, la lucha armada no parecía ser una elección entre varias alternativas, sino más bien parecía ser la única salida. En este contexto, es comprensible que una persona que abandona sus comodidades originales para pelear contra semejante monstruo, arriesgando su vida en el proceso, sea considerado un héroe.
En segundo lugar, la cuestión del azar. Aunque con las probabilidades altas de morir -necesariamente ligadas al a lucha armada- podemos considerar un tanto fortuito el hecho de que en Bolivia Guevara encontrara la muerte. No fortuito por la muerte misma o por la forma en que fue asesinado, sino fortuito por lo que generó después. Al morir, y al hacerlo joven, Guevara pasó a la posteridad con el beneficio de haber sido el que se arriesgó para derrocar a la dictadura, pero sin el costo de mantener una revolución que devino en un sistema carcelario, intolerante, persecutor y mucho más opresor que el anterior.
Dicho todo esto creo que, al menos, podemos entender que el guerrillero haya sido perdonado y endiosado por gran parte de la sociedad.
Otro Aniversario
Ahora bien, resulta curioso notar que a los pocos días de la conmemoración de su nacimiento, se cumplieran 127 años de la muerte de otro revolucionario, argentino también, llamado Juan Bautista Alberdi.

Alberdi, junto con la generación del '37, también se opuso al régimen autoritario y persecutor de Juan Manuel de Rosas y fue escapando de La Mazorca que terminó en Montevideo. Sin embargo, en una época donde la violencia era más aceptada aún como método político, no eligió las armas sino la pluma y en 1852 publicó sus “Bases...”, un tratado político con un remedio bastante efectivo contra la tentación del poder que tanto Rosas como Batista compartieron.
Hoy en día, Alberdi es una calle de muchas ciudades del país, sin embargo, no conozco fondos públicos destinados a la difusión de su pensamiento. Alberdi se opuso a la tiranía igual que lo hizo Guevara pero no empleó métodos violentos, no es sospechado de fusilar a nadie y, como si esto fuera poco, sus ideas dieron lugar a un sistema mucho más abierto, tolerante y libre que aquel que favoreció el “Che”.
Muy distinta habría sido la historia de la Argentina y Latinoamérica si la pregunta de hoy no fuera qué tendrá el Che, sino “¿Qué tendrá el Alberdi?”.

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Actualización 20 de Septiembre de 2012: Dejamos el link a la carta abierta del presidente de la Human Rights Foundation a propósito de las remeras del Che vendidas por Urban Outfitters en Estados Unidos: http://www.huffingtonpost.com/thor-halvorssen/an-open-letter-to-urban-o_b_1895353.html

jueves, 9 de junio de 2011

Macristina

Hace poco más de un año, cuando inauguré mi blog con el artículo “La Boheme Vs. Kapanga” planteé la idea de que los progresistas (que festejaban el bicentenario con rock nacional) por un lado, y los conservadores (que conmemoraron el bicentenario con música clásica y la reapertura del Colón) por el otro, se diferenciaban sólo en la superficie pero compartían sus premisas filosóficas básicas. A un año de esa situación, ni la superficie los diferencia.


En el pasado, cuando Macri eligió reabrir el Colón para festejar los dos siglos de la Revolución de Mayo, no dudó en gastar millones de pesos cobrados a la ciudadanía porteña, para refaccionar un teatro que -si bien tiene características aparentemente únicas en el mundo- sólo disfrutan unos pocos.


En contraste, la Presidenta Cristina Fernández se inclinó por financiar actividades más populares como espectáculos de rock que acapararon la atención del público.

Sin lugar a dudas (y más allá que la reapertura del Colón también tuvo su público) los espectáculos de la 9 de Julio fueron mucho más masivos. No obstante, la diferencia entre los dos actos fue sólo superficial ya que, en ambos casos, los dirigentes no dudaron en utilizar dineros públicos, que son de todos, para financiar y proveer la música, el arte y los espectáculos que disfrutan sólo algunos.

Un año después, ni siquiera queda la hipocresía de la diferencia superficial.

Este sábado 11 de Junio, “Los Pericos” (una banda que lleva vendidos más de 2,5 millones de discos) darán un recital con entrada libre y gratuita en el marco de la inauguración del “Distrito Tecnológico” de Parque Patricios.

Así es, como si Steve Jobs, Bill Gates y Mark Zuckerberg hubieran sido productos de la exención impositiva y la planificación municipal, el Gobierno de la Ciudad decidió delimitar un área propicia para que se instalen las empresas “tecnológicas” y, para darse un poco de autobombo, regalarán a los presentes un espectáculo del grupo “Los Pericos”.

Ergo, la pregunta obligada es: ¿Por qué Los Pericos? ¿Por qué no Los Cafres, Nonpalidece, u Otro Mambo? ¿Qué han hecho Los Pericos para que los ciudadanos de la Ciudad de Buenos Aires los premiemos con los 10.000, 20.000 o 100.000 pesos que cobrarán por su Show? ¿Quiénes son Macri o el Ministro de Cultura Hernán Lombardi para decidir que son ellos mejores que alguna alternativa similar? ¿O acaso se trata de todos pagándoles la fiestita particular a los funcionarios?

Cuando un productor musical elige una banda para financiarla y difundirla, generalmente trata de encontrar una que le guste a la gente. ¿A toda la gente? Sabiendo que eso es imposible, no busca que le guste a todos, pero sí a una cantidad suficiente de modo que pueda hacer un buen negocio. Como colateral, el buen negocio resulta en beneficio para él, para la banda y para todos aquellos que encuentren placer al escucharla.

Cuando el gobierno es el que decide el show del día, el proceso es distinto. En lugar haber un productor que apuesta por un grupo que tiene potencial, lo que hay es un funcionario eligiendo la banda que tiene más potencial electoral –es decir, una banda consagrada que no tiene ninguna necesidad de seguir creciendo. Nada que ver con el aclamado “fomento a la cultura”.

Más aún, cuando el gobierno es el organizador de este tipo de eventos, se termina dando una situación que deberíamos reprobar entre todos:

José, el almacenero del barrio, que muere por la música de Cacho Castaña, paga todos los meses el impuesto a los Ingresos Brutos. Si no tuviera que pagarlo, tendría más dinero disponible que podría destinar ala compra de un nuevo disco de Cacho, comprar un nuevo equipo de música para escuchar mejor los discos viejos, o bien, comprarse una computadora para bajarse de internet la discografía completa en formato mp3.

Sin embargo, el capricho del gobierno, disfrazado de “Agenda Cultural”, se mete en el bolsillo de José (y le impide escuchar a Cacho Castaña) para que un tercero, que José no conoce y a quien no le debe nada, disfrute de un espectáculo que nunca se ganó en base a su mérito, sino que accede a él porque Mauricio aprendió de Cristina que las bandas taquilleras te suben en las encuestas.

jueves, 2 de junio de 2011

Palabras, tan sólo palabras…

Muchas veces decimos palabras como “suerte”, “cuidáte” o “un gusto” cuando nos despedimos de alguien. Muchas veces también, ni conocemos a esa persona o resulta ser alguien que recién nos presentaron. Y salvo en algunas ocasiones donde lo decimos con verdadero sentido, estos vocablos se usan por simple rutina, para quedar bien, dar una buena imagen, o simplemente para cumplir con el protocolo.

Exactamente lo mismo hace la Presidente Cristina Fernández de Kirchner al invitar a los empresarios italianos a invertir en Argentina.

Palabras y Negocios

Luego de que el mismo Néstor terminara de destruir la confianza que el ahorrista italiano tuvo en el país antes del 2001, nadie puede pensar que el pedido de Cristina sea realmente algo sentido o, mínimamente, algo serio. Sin embargo, sí podemos interpretar su invitación como parte de una rutina o un protocolo.

Es decir, al igual que cuando decimos “suerte” por decir algo, CFK invita a la inversión a algunos italianos (olvidándose que frente a otros no podría ni aparecer) porque eso es lo que hace con todos los países que visita. Por supuesto, todos tomamos esto como lo más normal del mundo. ¿Para qué viaja el presidente si no es para propiciar buenos negocios para el país?

Ahora bien, como tantas otras cosas, puede suceder que tomemos algo como normal cuando en realidad no lo es. Y también puede suceder que esa normalidad sea, en realidad, un gran absurdo, una gran injusticia.

Si personalizamos un poco más la faena de la presidenta en Italia, podremos darnos cuenta que éste es el caso.

En definitiva, ¿qué tiene que hacer el presidente ampliando los negocios de nuestros millonarios empresarios argentinos? ¿En qué Constitución está escrito que la tarea de Cristina Fernández debe ser mejorar el vínculo entre la Cofindustria Italiana y la Unión Industrial Argentina? ¿Qué criterio de justicia se usa cuando los impuestos pagados por los más pobres se destinan a viajes y simposios carísimos destinados a incrementar aún más el nivel de actividad de los empresarios más ricos y más organizados de ambas latitudes?

Gobierno y Negocios

Los gobiernos fueron creados entre los hombres para proteger nuestros derechos más elementales. Para esto, cuentan con el monopolio de la fuerza que debe usarse solamente para evitar que un individuo tome posesión de mi casa, de mi auto o –peor- de mi novia o mi hermana[i].

Desde este punto de vista, el gobierno es un organismo torpe que entiende en términos de coerción, de imposición y, hasta donde sabemos, ni Thomas Edison ni Bill Gates decidieron crear sus revolucionarios negocios a partir de la coerción o la imposición.

Por otro lado, el gobierno es, por naturaleza, un organismo que restringe nuestra libertad. Como tal, lo único que puede hacer con las relaciones comerciales es trabarlas, no fomentarlas ni promoverlas. Las palabras de la Presidenta, ergo, son análogas al “cuidáte” que le decimos a una persona que no vamos a ver nunca más: están totalmente vacías de contenido.

Engaño, arbitrariedad e injusticia

Sin embargo, si admitiéramos por un segundo que estas cenas protocolares aportan algo al comercio internacional, todavía tenemos que resolver quiénes participan y por qué. ¿Por qué asiste De Mendiguren y no el carpintero de Villa Devoto? ¿Acaso él no podría beneficiarse igual de un acuerdo comercial con inversores italianos? ¿Por qué no voy yo y firmo la inversión en difundir lacrisisesfilosofica.blogspot? ¿Acaso no daré trabajo a muchos que empapelarán la ciudad con mi cara?

Cuando el gobierno “fomenta” las relaciones comerciales, no sólo predica sin contenido, sino que asume el papel arbitrario de seleccionar a un grupo de favorecidos y, además, utiliza el dinero de los más pobres para financiar el lobby de los más ricos.

Así las cosas, creo necesario que el gobierno vuelva a hacerse cargo de aquello que verdaderamente le compete para que los “empresarios afines” entiendan verdaderamente qué significa ser dueño de una compañía.


[i] En este caso el delito no es contra mi propiedad sino contra el derecho de mi novia o mi hermana de ser dueñas de sí mismas.

jueves, 19 de mayo de 2011

Cuidando a la Presidenta

Diez de la mañana. Olor a incienso, decoración oriental, muchos libros en la biblioteca, y un futón largo para la comodidad de los pacientes. Allí se sentó Cristina:
- Buen día doctor Nakamura.


- ¡Buenos días, mi presidenta! Es un honor tenerla en mi consultorio, aunque debo decir que me preocupa un poco porque quiere decir que algo no anda del todo bien ¿Qué la trae por aquí?


- ¡No puedo más doctor! La verdad, estoy muy cansada. Hace poco mi médico me prohibió viajar a Paraguay, estuve con problemas de presión, desmayos…


- Entiendo, sí. Y cuénteme un poco. ¿Qué estuvo haciendo esta semana?


- Bueno, lo normal ¿vio? Un poco de trabajo, digamos, nada raro.


- Veo, veo, ¿Y en qué consistió esa rutina normal de trabajo?


- Bueno verá, el jueves pasado inauguramos un centro integrador en Villa Zagala. Luego, el viernes, me reuní con los dirigentes de la CTA y el martes con la CAME. Es como parte del diálogo social ¿vio? Para que tengamos los salarios controlados. Ese mismo día anuncié el hallazgo de petróleo no convencional de YPF donde di cifras precisas sobre reservas y otras cuestiones técnicas. El miércoles firmé otro acuerdo salarial, pero entre la UOCRA y la Cámara de la Construcción y el jueves entregué créditos estatales a jóvenes emprendedores para que se desarrollen, produzcan, generen trabajo… en fin. Y el viernes cerramos un acuerdo importantísimo para la prevención de salud en las cárceles.


- Bueno, bueno. Entonces usted me dice que en el plazo de una sola semana tuvo que encargarse de siete cuestiones de vital importancia y que, a su vez, no tienen casi nada que ver una con la otra.


- Tienen que ver, por supuesto, es el bienestar del país.


- Si claro, lo entiendo, pero usted tuvo que interiorizarse de la situación de siete circunstancias esencialmente diferentes, con diferentes necesidades, problemas, historias, intereses y alternativas de solución en juego.


- Sí, por supuesto, ése es mi trabajo.


- Bueno verá, por ahí no debería decirle esto pero tengo pacientes que aparecen aquí con crisis de nervios porque deben rendir dos exámenes en un mismo día. Tengo empleados de restaurantes que se desmayan en pleno trabajo porque hubo demasiadas mesas para atender. Y también tengo pacientes como la Señora Mirta Legrand a quien tuve que contener por no sé qué nuevo escándalo que había protagonizado su nieta.
No quiero decirle cómo hacer su trabajo, pero sí quiero decirle que lo que usted llama rutina y trabajo es humanamente imposible de realizar.


- Vaya doctor, la verdad que nunca lo había visto de esa forma. ¿Entonces son todas estas cosas las que me generan presiones que terminan afectando mi organismo?


- Creo que es una posibilidad a considerar.


- ¿Y qué hago? ¿Cómo hago para que a este país le vaya bien y yo no muera en el intento?


- ¿Probó alguna vez delegar sus tareas?


- ¿Está hablando de Cobos? ¡Por favor le pido, que veníamos bien!


- No, no. No me refería al vicepresidente. Una delegación más grande.


- Claro que sí, mis ministros trabajan muy duro. Con Amado, Guillermo y Carlos siempre nos reunimos, trabajamos mucho en equipo, aunque las decisiones finales, claramente, las tomo yo.


- Está bien, eso es una forma de delegar, pero usted sigue con la carga de decidir acerca de todo. La responsabilidad sigue siendo suya, de su equipo. Es como el general del ejército. Él delega, pero la responsabilidad es siempre suya.


- ¿Y entonces? ¿A qué se refiere?


- Bueno, le pregunto lo siguiente, para que vayamos de a poco. Si su hermano se pelea con su padre. ¿Usted qué hace?


- Trataría de intermediar, solucionar el tema.


- Bien ¿Y si su primo se peleara con su tío?


- Supongo que los escucharía si me necesitaran.


- Claro ¿Y qué haría con un vecino con quien no tiene relación?


- Creo que dejaría que él y su entorno encuentren la mejor solución. ¡No puedo estar en todo, Doc!


- Estimada, usted lo ha dicho mejor que yo. Trate de tener presente esta charla. En eso consiste la verdadera delegación, en dejar que los demás encuentren la mejor solución y la pongan en práctica. Y, por supuesto, ellos asuman la responsabilidad. La responsabilidad no es suya, mi querida presidenta. No se haga cargo de lo que no le corresponde porque la va a terminar afectando negativamente. Es mi consejo médico nomás.


- Muchas gracias Nakamura. Lo voy a tener en cuenta. Y otra cosa ¿Mirtha estaba mal por lo de Lousteau? A mí nunca me gustó ese chico...