sábado, 10 de noviembre de 2012

No es "cepo" es un asalto

Imaginemos un negocio de venta a la calle. Si un día aparece un delincuente armado y se lleva el dinero recaudado del día, “los números” del comerciante mostrarán una pérdida total, como si nadie hubiera pagado por que compró en el día. Gracias al robo, el comerciante entregó bienes sin recibir nada a cambio. Otro fue beneficiario del fruto de su esfuerzo.
Ahora supongamos que aparece una persona que hace una compra por un valor de 10 pesos pero decide unilateralmente pagar 5, cosa que consigue amenazando al comerciante con un arma. ¿Estamos frente a un delincuente igual al del primer caso? En gran parte sí. La única diferencia con el primer ladrón es que el segundo es un ladrón al que le damos lástima y, aunque nos roba, también nos deja “unos mangos para el bondi”.
Esta última situación representa la cara más dramática del célebre “cepo” al dólar impuesto por el gobierno de Fernández de Kirchner. Si bien también es condenable que no dejen a la gente decidir qué hacer con el dinero que gana honestamente, lo más lamentable es lo que se hace con cualquier ciudadano argentino que se dedique a la producción de bienes o servicios exportables.
Si uno está “en blanco”, la manera de cobrar luego de una venta al exterior es mediante el Banco Central. Es decir, si vendemos un producto al exterior por 10 dólares, el comprador extranjero está obligado a entregar los dólares al Banco Central y este luego – por fuerza de ley – entrega pesos al vendedor al tipo de cambio oficial. Ahora bien, con el tipo de cambio oficial a 4 setentaypico, los exportadores están recibiendo 5, cuando deberían recibir 10.
Su producto en el mercado vale 10 dólares y todos en el país están dispuestos a pagar más de 4,75 pesos por cada dólar. De hecho, muchos están dispuestos a pagar más de 6 pesos por cada dólar y nadie que no sea los específicamente autorizados por el gobierno puede comprar dólares al precio oficial (al que el gobierno sí compra). Ergo, cuando a un exportador le pagan arbitrariamente 4,75 pesos por cada dólar que recibe, le están confiscando 33% de lo que produce. El Estado se comporta como el más común de los ladrones, solo que a la víctima le deja unos mangos para el bondi.
Algunos acólitos oficialistas dicen que el gobierno tiene derecho a manejar su “política cambiaria”, pero si política cambiaria significa robo (y lástima), no se entiende que exista alguien que persista en la defensa de esta política.
El robo está mal, acá y en la China. Pero hacerlo con el aval de la ley, desde el estado, y bajo el paraguas de la “política económica” es muchísimo más grave.

lunes, 22 de octubre de 2012

La fundación bicicletera Banco Ciudad

El gobernador más bueno de todos lanzó hace poco un plan para financiar la compra de bicicletas de manera de incentivar todo lo bueno del hombre, su salud, la ecología y la vida sana.

¿De qué se trata? Vas a una bicicletería, elegís la que te gusta y pedís un presupuesto. Con eso vas al Banco Ciudad y estos te dan un crédito a pagar en 50 cuotas en pesos sin interés. Es decir que si te querés comprar una bicicleta de 1000 pesos, te dan el dinero y podés devolver $20 pesos por mes, por 50 meses.


No cabe ninguna duda que, en un contexto inflacionario (incluso en un contexto con mucha menor inflación que la que le debemos a CFK y Marcó del Pont), esto NO es negocio para el banco - más allá de que SÍ lo sea para los bicicleteros "adheridos"-.

En este sentido, el Banco Ciudad se está comportando como lo haría una fundación privada que busque fomentar el uso de la bicicleta por los motivos que crea convenientes.

Sin embargo, existe una enorme diferencia. Los fondos que tendrán que cubrir el quebranto no son del Banco. 

En primer lugar, porque el banco le debe dinero a todos sus depositantes y prestarle a los biciusuarios no es una buena manera de cuidarlo.

En segundo lugar, porque este banco en particular, un banco público como el Ciudad, puede incurrir en quebrantos sin afectar a sus depositantes ya que el dinero lo consigue gracias al presupuesto público porteño.

En pocas palabras, este alevosamente pésimo negocio será bancado por todos los porteños que pagan impuestos y que poco interés tienen en financiar ciclistas. Es claro que en nombre de la salud y la ecología todo atropello a la voluntad individual es posible.

Ahora bien ¿cuál es el verdadero fin de este programa escondido detrás de la promoción de la vida sana? El gobernante snob que tiene la ciudad quiere que Buenos Aires sea Amsterdam y mandó construir kilómetros de Bicisendas que nadie usa salvo durante los fines de semana (lo que no extraña, ya que los gobiernos son totalmente ineficientes para producir lo que el publico verdaderamente demanda). Al ver los patéticos resultados, puso en marcha, en primer lugar, un sistema de alquileres gratuitos y ahora este subsidio fenomenal a la compra de bicicletas a ver si al menos alguno ve lo realmente fantástico de su proyecto.

En conclusión, más de lo mismo, los recursos "de todos" terminan siendo de los que gobiernan y solo sirven para sus propios intereses políticos. Lo mejor que podemos esperar, entonces, es que esos fondos sean lo menos cuantiosos posibles, de manera que los gobernantes se enfoquen en las pocas tareas públicas que verdaderamente interesan a la sociedad.

viernes, 31 de agosto de 2012

"Preferimos que veraneen en el país"

Ricardo Echegaray, el titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos que le ganó a la inflación porque hizo crecer su patrimonio un 40% y, además, es propietario entre otras cosas de un departamento en Punta del Este, se despachó con una de esas frases candidatas a quedar en la historia.

Pero vamos por partes.

Dado que la “flotación sucia” se le hizo imposible de manejar al Banco Central, ahora es la AFIP la encargada de mantener el dólar en esa “banda” deseada por el gobierno y los “expertos” de la política monetaria.

¿Cómo lo hace? Prohibiendo de facto la compra de dólares.

Sin embargo, en un mundo con cada vez más variantes para el consumo y la compra de bienes, siempre quedan “ventanas abiertas” que se intentan cerrar con nuevas trabas impuestas por la AFIP. (De preguntarse por qué la gente compra dólares mejor ni hablar, es más fácil quedarse con la idea de que todos son unos chicos malos a los que hay que enderezar. A fin de cuentas, para eso sirve el Estado, ¿o no?)

Ahora bien, en su argumentación de la última medida para frenar la salida de dólares del BCRA, el millonario Echegaray explicó que el nuevo impuesto se impone porque él prefiere que los argentinos se queden a veranear en el país.

La frase no extraña ya que esta es la idea detrás de todo tipo de medidas proteccionistas o de “fomento a la industria nacional”. En el fondo, el mensaje siempre es “preferimos que los argentinos compren en el país”.

Ahora la gran pregunta es ¿por qué debería importarnos a los argentinos lo que Echegaray prefiera que hagamos? ¿Si yo prefiriera que él fuera bailarina de Tinelli en lugar de titular de la AFIP, accedería Ricardo a hacerlo? ¿Tiene la población las herramientas para forzarlo a él a hacer lo que a ella le plazca?

Nosotros no pero el gobierno sí y lo que la crudeza de la frase de Echegaray ha puesto de manifiesto es que detrás de las miles de explicaciones técnicas y discursos de maestra ciruela, lo único que se esconde es que los gobernantes a menudo intentan hacer con nosotros lo que ellos “prefieren”

Y la pregunta frente a esto es ¿cuál es el límite? No lo podemos saber pero arriesgarse a conocerlo parece, como mínimo, demasiado peligroso.

viernes, 20 de julio de 2012

El más bueno de todos

En la carrera para ver quién es el político más bueno, simpático y amable, el último paso lo ha dado el vecino porteño Mauricio Macri.

El último proyecto buenista del PRO es la inauguración del “Paseo de la Historieta”, una “iniciativa que forma parte de Construcción Ciudadana y Cambio Cultural, una unidad de proyectos especiales que depende de Jefatura de Gabinete de Ministros” que consiste en la realización de un recorrido de esculturas que representan a clásicos de la historieta nacional, como Isidoro Cañones (que para los chicos de hoy representa tan poco como He-Man) o Mafalda. Todos buenos y simpáticos.

Además de las esculturas, como todo se hace en nombre de las propiedades curativas del arte[1], el camino estará decorado con murales pintados por “reconocidos artistas” y “señaléticas en luminarias que guiarán el camino”.

Hasta aquí todo maravilloso. Los niños no entenderán nada, pero seguro que los padres de alguna generación podrán encontrarle algún disfrute al paseíto, sobre todo dado que la “entrada” es gratuita.

Ahora bien, ¿no se detuvo Mauricio a pensar todas las cosas que podrían hacerse con el dinero que va a destinar al Paseo de la Historieta? Alguno pensará que es mejor invertir en hospitales que en decorar de una manera más alegre –y cultural, por supuesto – los espacios públicos de la Ciudad. Pero pensemos en otra cosa: ¿qué tal si ese dinero nunca hubiera sido manejado por el ministerio?

Es decir, si al municipio le sobran unos billetes y por tanto decide gastarlo en un divertido y amigable paseo de la historieta, ¿por qué no mejor devolverlo al lugar de donde lo tomó en primer lugar, el bolsillo de los ciudadanos? 

¿Pensará Macri que de no existir su “intermediación”, el buenazo museo no existiría? Y si este fuera el caso, ¿quiénes son él y sus ministros para juzgar mejor que nosotros qué hacer con el dinero que ganamos?

¿O es acaso que si él devolviera el dinero a la gente y se privara de realizar sus simpáticos proyectos no podría ampliar su aparato y clientela política con lo que tendría que empezar a pagar de su bolsillo la imagen de canchero-pro-cultura-popular que quiere difundir?

Alguna vez lo comentamos, la lógica macrista no es distinta a la lógica de los Kirchner en estos temas. 

Por un lado, creen que ellos (personas de carne y hueso igual que nosotros) son los más aptos para decidir cómo gastar o invertir aquello que ganamos con nuestro trabajo.

Por el otro, ambos aprovechan que la mayoría de los ciudadanos paga impuestos para financiar todo tipo de campañas que son puramente políticas, de corto plazo y que no sirven para nada (en serio, ¡para nada!) más que para aumentar su propia imagen en las encuestas.

Por suerte, a menudo, ni siquiera eso consiguen.


[1] Construcción Ciudadana y Cambio Cultural, una unidad de proyectos especiales que depende de Jefatura de Gabinete de Ministros, y que fue creada con el objetivo de generar políticas públicas que fortalezcan la identidad y el sentido de pertenencia, promuevan la participación ciudadana y el ejercicio de valores comunes, y fomenten el respeto por las normas de convivencia, con el fin de lograr cambios culturales para una mejor calidad de vida de todos los que viven y transitan la Ciudad.http://www.buenosaires.gov.ar/noticias/paseo-de-la-historieta

lunes, 4 de junio de 2012

¿Es la corrupción inherente al modelo?


Luego de nueve años ininterrumpidos de kirchnerismo es lícito extraer algunas conclusiones acerca de en qué consiste el modelo. Desde un punto de vista estrictamente económico, por ejemplo, puede decirse que se trata de un gobierno de corte neokeynesiano que cree firmemente (tal vez más que el propio Keynes) en la intervención del estado en la economía.

En otro orden de cosas, una de las cuestiones destacadas y que sensibilizan tanto a seguidores como a detractores, son los repetidos escándalos de corrupción (como Skanka, Antonini Wilson, la bolsa en el despacho de Felisa Miceli, los taxis aéreos de Jaime y la ex imprenta Ciccone) que, en su mayoría, suelen quedar en la nada.

Ahora, si bien estas parecen ser dos características centrales del modelo, no existen muchas voces que estén pensando en relacionarlas. ¿Hay alguna relación entre el intervencionismo económico que el kirchnerismo practica y los episodios de corrupción que lo salpican? ¿Podemos hablar de un modelo inherentemente corrupto o el intervencionismo y los comportamientos ilícitos de los funcionarios transitan caminos paralelos?

Desde hace más de 10 años, la Heritage Foundation y el diario Wall Street Journal de los Estados Unidos elaboran un índice de libertad económica que, en función de diversas variables como la presión fiscal, el gasto público, la facilidad para crear negocios, la flexibilidad laboral o la libertad del comercio exterior, clasifica a los países desde el “más libre” hasta el “menos libre” o, lo que es lo mismo, desde el menos intervenido hasta el más intervenido.

Por su parte, la asociación civil internacional líder en la lucha contra la corrupción, Transparency International, también elabora un ranking de países pero de acuerdo a la percepción de corrupción de su sector público. En este índice de percepción de corrupción (CPI, por sus siglas en inglés) los países que obtienen mejor “nota” (en una escala de 1 a 10) son aquellos con menor corrupción mientras que los que reciben notas bajas  son aquellos cuyo sector público es sospechado de ser muy corrupto.

Lo curioso del asunto y lo que venimos a poner de manifiesto en esta oportunidad es que si unimos las conclusiones de estos dos estudios, pueden observarse asombrosas coincidencias en ambos índices: Singapur, el segundo país más libre del mundo económicamente hablando, por ejemplo, ostenta la quinta posición en el índice CPI. El caso de Nueva Zelanda también es interesante, ocupando el primer puesto en cuanto a transparencia y el cuarto en lo que a libertad económica respecta.

De manera análoga, si miramos los rankings desde abajo encontraremos que países como Venezuela o Guinea Ecuatorial se encuentran entre los diez últimos puestos tanto en el índice de la Heritage Foundation como en el de Transparency International.
Lo relevante, sin embargo, es que estas no son meras coincidencias sino que la tendencia se repite a lo largo de ambos estudios y si graficamos los resultados, lo que obtenemos también es contundente:
Si bien los datos “desnudos” por sí solos no permiten establecer causalidad es, por lo menos, significativo que todos los países que tienen altos grados de libertad económica gocen a la vez de bajos índices de corrupción percibida – o sea, altos índices de transparencia – y que aquellos cuyos gobiernos sean muy corruptos sean países con poca libertad económica.

Dicho sea de paso, tanto Argentina como Angola  se encuentran entre los 20 países más intervenidos del mundo[1]. Además, Angola también está entre los 20 países más corruptos mientras que la Argentina está un poco mejor, ocupando el puesto 83 en un total de 182[2]. Acaso sea esta la estrecha relación que últimamente parece unir a sus gobiernos.

Volviendo al inicio, para responder la pregunta de si el modelo argentino es inherentemente corrupto, primero  tendríamos que poder responder si los países menos intervenidos son inherentemente transparentes. Una teoría podría señalar que debido a que los países donde el sector público es menor, existen menos posibilidades de incurrir en actos corruptos. Es decir, como hay menos regulaciones, la posibilidad para “cobrar peajes” es menor.

Si esto fuera cierto no debería extrañarnos que un país como Venezuela, que hace años viene profundizando su camino hacia el “socialismo del siglo XXI” sea uno de los países más corruptos del mundo.

Por último, si dicha teoría fuera cierta, parecería razonable que en el país cuyo modelo de intervención es el predilecto del economista Paul Krugman, los episodios de corrupción estén a la orden del día y sean cada vez escandalosos.


[1] Para ver el índice completo hacer click aquí o ir a: http://www.heritage.org/index/ranking
[2] Para ver el índice completo hacer click aquí o ir a: http://cpi.transparency.org/cpi2011/results/#CountryResults
*Fuente del gráfico: Fuente: Economic Freedom Index (2012) y Corruption Perceptions Index (2011)