viernes, 5 de agosto de 2011

Gracias a la Anomia

En la entrada de la semana pasada, cuestionamos la necesidad de tener elecciones obligatorias y pusimos de manifiesto la oposición que existe entre los procesos políticos electorales y los procesos electorales que se dan en el ámbito individual, que no deberían ser puestos en segundo lugar.

En este sentido, que la ley nos exija ir a votar, por más lo haga con la excusa de la civilidad y el compromiso ciudadano, es una amenaza contra la libertad de disponer de nuestro domingo como nos venga en gana y por eso consideramos que todo el concepto debería reverse.

Ahora bien, a juzgar por el porcentaje del padrón que, aun estando obligado, no fue a las urnas a cumplir con su “deber cívico” y a la luz la multa que se debería imponer a aquéllos, algo llama la atención.

Desarrollemos: en primer lugar, las noticias informaron que la asistencia fue del 68% del padrón[i], es decir que un 32% -o sea doscientos cincuenta y seis mil personas- no concurrió y es difícil pensar que tantos porteños estaban de viaje a más de 500 kilómetros de la ciudad. Lo más probable es que una mayoría de éstos, simplemente haya decidido hacer otra cosa.

En segundo lugar, una noticia de Infobae del año 2007, explicaba cuál sería el monto actualizado de la multa impuesta por no ir a votar. Haciendo cálculos, no ir a votar te costaría algo así como un centésimo de centavo, en el peor de los casos, y esto se debe a que nadie se preocupó por aggiornar la ley.

Respetar la ley

Siempre he escuchado con atención a distinguidos intelectuales, historiadores o economistas cuando planteaban que el problema de la Argentina era la falta de respeto por la ley. El gran problema de los argentinos para desarrollarse y ser, de una vez por todas, el país de la campaña de Néstor Kirchner (“Un País en Serio”), era su anomia.

Ahora bien, a juzgar por el dilema “libertad para elegir mi domingo versus obligación para elegir a mis gobernantes”, se ve que la anomia está jugando un rol muy importante a favor de la libertad.

Llevado a otros contextos, ¿no es la anomia la que hace que todavía existan bares donde se pueda fumar? ¿No es la anomia la que hace que puedas fumar ciertas sustancias en tu casa violando la Ley de Estupefacientes (pero respetando el artículo 20 de la Constitución Nacional)?

O bien, ¿no es la falta de respeto a la ley –de contratos de trabajo- la que permite que haya gente trabajando que, de otra forma, no podría hacerlo? ¿No es la facturación en negro lo que hace que algunas empresas funcionen mientras que, de otra manera, no podrían hacerlo? ¿No es la falta de respeto por ciertas regulaciones lo que permite que haya empresas de colectivos que te quieran ofrecer un mejor servicio?

Y mirando hacia atrás ¿No fue la anomia la que le permitió al pueblo soviético alimentarse y vestirse gracias a los enormes mercados negros que se desarrollaron? ¿Y no fue gracias a cierta manipulación de las normas que Oskar Schindler pasó a la posteridad?

¿Respetar qué ley?

No creo que deba contrarrestar una idea tan fuerte como que las normas deben ser respetadas o, de lo contrario, hacerse respetar, pero sí me parece importante considerar qué normas son las que deben prevalecer y qué sistemas emergen de qué normas.

Si respetar la ley a ultranza fuera la receta perfecta, la Unión Soviética seguiría siendo una cárcel y el nacionalsocialismo seguiría gobernando Alemania.

Tal vez gracias a Maradona, los argentinos nos hicimos fama de no respetar la ley. Pues bien, mientras las leyes que no se cumplen sean aquellas que violentan nuestras libertades y nuestros derechos esenciales, bienvenida sea esta reputación.

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