viernes, 30 de julio de 2010

El día que Rousseau conoció a Tévez

Muchas veces durante los debates sobre inseguridad (en nuestro país y otros), se agregan los temas “pobreza” y “desigualdad” como si estuviesen íntimamente relacionados.
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Es así que solemos escuchar teorías como la de la “culpa social” o el “victimario víctima” a saber: la sociedad tiene alguna responsabilidad en la decisión del bandido de delinquir y, por otra parte, éste se presenta como víctima de un entorno que lo “empuja” a ser lo que es.

Puede parecer extraño pero esta idea no es nueva. De hecho, uno de sus primeros exponentes fue el célebre filósofo francés del siglo XVIII Jean Jaques Rousseau, considerado (o al menos así lo enseñan en el colegio) “padre de la democracia moderna”.

En su obra “El Origen de la Desigualdad entre los Hombres”, este pensador sugiere que el hombre tenía una vida regia antes de la aparición de la sociedad civil. En nuestro “estado de naturaleza” los hombres éramos seres libres, con corazones en paz y cuerpos en salud.
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Sin embargo, este paraíso primitivo terminaba con la aparición de la sociedad, que corrompería al hombre y lo convertiría en la bestia depredadora que es hoy. Sería la causa de guerras, corrupción y miseria.
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La sociedad
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¿Y qué era la sociedad para poder corromperme? Bien, suponiendo que yo, individuo, no fuera parte de ella, entonces podemos decir que ésta son “los otros” que también viven conmigo. ¿Entonces quién me corrompería a mí como individuo? Seguramente alguno de ellos, o bien todos. Y si fuera, digamos, sólo alguno. ¿Cuál habría sido?
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El primer hombre a quien, cercando un terreno, se le ocurrió decir: Esto es mío y halló gentes bastante simples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos; cuántas miserias y horrores habría evitado al género humano aquel que hubiese gritado a sus semejantes, arrancando las estacas de la cerca o cubriendo el foso: <<¡Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos so olvidáis que los frutos son de todos y la tierra de nadie!>>” (i)
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Evidentemente para Jean Jaques el elemento corruptor por excelencia fue la propidad. Antes de ésta, a su juicio, la tierra era de todos, y nadie peleaba por ella ya que era demasiado grande como para que todos viviéramos ahí.
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En conclusión, aquel que tuvo la idea de decir “esto es mío” fue el primer victimario. Éste arrojó la semilla de la crueldad sobre el resto de sus vecinos y se apropió de un patrimonio que no era suyo.
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“Ahora bien, cuando las heredades crecieron en número y en extensión, hasta el punto de cubrir el suelo entero y de tocarse unas con otras, ya no pudieron extenderse más sitio a expensas de las otras, y los que no poseían ninguna porque la debilidad o la indolencia los había impedido adquirirlas a tiempo, se vieron obligados a recibir o arrebatar de manos de los ricos su subsistencia…” (ii)
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De los fragmentos anteriores, entonces, se extrae lo siguiente: Ser rico es robarles a otros. Si tu casa es grande, probablemente la de tu vecino sea chica porque le expropiaste parte de un terreno que “por naturaleza” le correspondía. Es decir, vos fuiste el primero en agredir. Como consecuencia, él se vio “obligado a arrebatar de tu mano” su medio de subsistencia.
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No resulta raro, entonces, oír de tanto en tanto que los crímenes más aberrantes, son un “tema” social.
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Si tuviera que justificar de alguna manera el erróneo razonamiento de Rousseau, diría que nació en la época equivocada. Rousseau no conoció a Carlos Tévez.
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Desde su debut en Boca a los 17 años, Tévez recorrió un camino de éxito a lo largo de su carrera profesional que parece todavía no tener fin. ¡Esperemos!

Sin embargo, su historia no fue fácil. Carlitos nació en uno de los barrios más pobres y más peligrosos del Gran Buenos Aries. “Al menos treinta bandas de potencial peligrosidad usan hoy Fuerte Apache como base de operaciones. Grupos armados que roban autos, supermercados o bancos por igual. Y que no dudan en matar a cambio de nada .” (iii)
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Si Rousseau leyera estas líneas, pensaría que su teoría fue verificada. El barrio aislado de la sociedad por las tierras de los ricos, se arma para arrebatar de ellos lo que les corresponde.
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Tévez no opina lo mismo:
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“En Fuerte Apache vivía en un primer piso, y se escuchaba todo. Es muy difícil cuando de chiquito ves drogas, armas, ves un muerto por la calle... pero bueno, también depende de uno si quiere tomar ese camino o no. Por suerte yo tuve un padre que me decía ‘¿vos querés terminar así?’” (iv)
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Tévez hizo una elección y ésta contradice más aún los escritos de Rousseau, no fue la excepción que confirma su regla. Él, de hecho, salió del mundo marginal en que vivía gracias a la propiedad privada que tanto denostaba el filósofo francés.
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Tévez no tuvo que cercar ningún espacio más que el de su propia mente y su propio cuerpo. A él también se le ocurrió decir “esto es mío”. Fue gracias a esta determinación (y a una familia que lo invitó a pensar distinto) que luego de un breve lapso jugando en “All Boys”, un reconocido representante lo descubrió y (con su aprobación) comenzó a jugar en Boca.
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A diferencia de lo que plantea Rousseau, la propiedad privada no es sólo material, es mental. Propiedad privada significa ser dueño de tu mente, de tu vida. La propiedad no es el origen de la miseria y las guerras. La negación de ésta lo es.
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A diferencia de lo que planteaba Rousseau, los pobres no se ven obligados a la maldad, son ellos como individuos dueños de su propia vida los que van a decidir qué camino quieren seguir.

Afirmar lo contrario no sólo es un agravio culpógeno hacia aquéllos que “poseen” sino que es una agravio y una subestimación irrespetuosa hacia todos los que, según Rousseau, “no poseen”.

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(i) Jean Jaques Rousseau, “El Origen de la Desigualdad Entre los Hombres”, Ediciones Libertador. Buenos Aires 2006.
(ii) Idem (i)
(iii) http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=327300
(iv) Carlos Tévez a Susana Giménez, 25 de Julio de 2010.

lunes, 26 de julio de 2010

Memorias de Gregorio Dagnino Ruiz (II)

(este post es una continuación de la entrada anterior del mismo nombre)

Hoy tengo 76 años. Vivo en Scelenia hace cinco. Hace veinte años que “El Heraldo Moral” fue comprado por un grupo inversor sceleno y muchos nos fuimos por una cuestión de principios. Hace diez que todos hablan del “Milagro Sceleno”.

En la primera época, me cansé de escribir. Mis artículos eran lo más leído en todas partes. El país se caía a pedazos. Cerraban fábricas, crecía el desempleo, el dinero no alcanzaba y se esperaba un aumento de la criminalidad.

Fue lo primero que no sucedió. Y eso nos sorprendió a todos. Parecía que el gobierno había concentrado todas sus fuerzas en combatir la violencia y la delincuencia. Igual resultaba vergonzoso. El mismo gobierno causante del desempleo y la exclusión, castigaba por partida doble al quién no tenía otra opción que salir a robar.

Con el tiempo, la situación fue cambiando. A medida que bajaba la criminalidad, crecía la actividad empresarial (local y también extranjera). Al mismo ritmo fue facilitándose el acceso al trabajo.

Hoy, a 30 años del “Pacto” el país lidera rankings de PIB, PIB per cápita y competitividad al tiempo que es considerado uno de los países más seguros del globo. Los salarios son elevados y también lo es la brecha entre ricos y pobres. Sin embargo, no es menor mencionar que Scelenia cuenta con los primeros “cuatrillonarios” del mundo, con lo que a los de debajo de la pirámide no les va nada mal.
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En sus principales ciudades no se observan mendigos, ni personas pidiendo limosnas. La pobreza fue paulatinamente decreciendo hasta desaparecer del paisaje del país.
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El nivel de empleo es elevado y las revistas de “management” relatan con entusiasmo el extraño caso de los desempleados que rechazan ofertas laborales a la espera de la que realmente los conquiste.
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Los scelenos se olvidaron de las góndolas vacías. Todo lo contrario; a diario éstas ofrecen al público variedades de productos, a precios cada vez más bajos, provenientes de cualquier lugar del mundo.
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Las casas de asesoría financiera y manejo de capitales son un éxito y son la primera elección de los trabajadores para ahorrar y tener un futuro sin preocupaciones. Al día de hoy el 92% de las personas de la “tercera edad” puede costear su nivel de vida sin ayuda alguna.

Hasta hoy me pregunto si este devenir fue pura suerte.

¿Podía un gobierno lleno de horribles deseos lograr algo que no fuera un horrible país? ¿Podía un acuerdo que venerara el egoísmo y el individualismo a ultranza dar origen a una sociedad de cooperación, donde la interacción espontánea de sus empresas y sus individuos diera lugar a un progreso material y de calidad de vida sin precedentes?
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Scelenia era (bautizado por mí) el país de las malas intenciones. Sin embargo, había obtenido los logros sociales que siempre deseé para mi país y que nunca pude ver allí.
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De economía nunca entendí mucho. Por ello no me gasto en leer las explicaciones técnicas del “milagro”. Asumo que será una cuestión cultural.
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Ellos son muy respetuosos de la ley, de sus socios, de sus vecinos. Son muy trabajadores. Son educados -aunque las escuelas sean privadas-, son cultos... sí, seguramente ahí esté la clave. Seguramente ésa sea la razón principal.
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Sí, seguramente... ...
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Publicado en “Memorias de un periodista”, de Gregorio Dagnino Ruiz, Scelenia 2078

viernes, 23 de julio de 2010

Memorias de Gregorio Dagnino Ruiz (I)

Ya sabíamos por Kant que la moralidad estaba en las intenciones. Corría la segunda semana de Junio de 2048. Trabajaba como columnista de “El Heraldo Moral” cuando tuve que viajar a Scelenia a realizar una investigación completa y detallada sobre la gravedad de los hechos que allí estaban sucediéndose.


Luego de veinte años de gobierno del Partido Moralista, el país se encontraba sumido en la pobreza. La violencia era reina de las calles luego de la puesta del sol y la especulación y la avaricia estaban generando enormes hambrunas y escaseces. Para colmo de males, los precios de los pocos artículos disponibles eran inaccesibles.

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A principios del ‘48 los otros dos partidos políticos (aquéllos que perdieran cinco elecciones consecutivas sin alcanzar -sumados- el 25% de los votos) habían firmado el acuerdo más recalcitrante de la historia política mundial. El pacto “Adiós Derechos” era una declaración de principios comunes entre estas dos fuerzas políticas y crearía el Partido de la Injusticia Social (PIS).

Para sorpresa mía y de la Comunidad Internacional toda, el primero de Junio del 2048, el PIS se impuso con el 58% de los votos.

Fue muy fácil para mí, periodista consagrado de más de 25 años de trayectoria y experiencia en mi país y en el mundo, concluir que la elección que había hecho la gente constituía un suicidio colectivo. Recuerdo en detalle algunos de los nefastos puntos del programa de gobierno.
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En un país con un 45% de desocupados, resultaba mínimamente irrazonable no tener un Plan de Empleos y pensar en una victoria electoral. No obstante, el pacto rezaba: “El gobierno no creará ni un solo empleo. Es responsabilidad de cada individuo procurarse la fuente de ingreso que mejor se alinee con sus preferencias y capacidades”. Una declaración de guerra abierta al derecho de empleo del que todo ciudadano debería gozar en una sociedad que quiera llamarse moral.
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Otros principios económicos a adoptar, tenían que ver con el comercio internacional: “No es tarea nuestra proteger ni incentivar la producción nacional. Si un fabricante extranjero decidiera vender sus productos en el país, podrá hacerlo sin restricción le pese a quien le pese”. La soberbia de la frase hablaba por sí sola, ¿quién protegería a los productores de la avanzada competencia? ¡Nadie!, estarían a la buena de dios.
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Peor aún, no sólo se desprotegería a los fabricantes nacionales de los extranjeros, sino que el gobierno estaba decidido a legalizar el abuso y los excesos de parte de los empleadores con sus empleados. “La dignidad del salario la dejaremos a criterio de cada empleado y no nos entrometeremos en las discusiones salariales que ocurran entre él y su empleador”. La opinión púbica mundial reaccionó con vehemencia. ¿Quién le permitió a estos atorrantes hablar de dignidad?
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Sólo continuar leyendo el pacto me producía malestar y una sensación de piedad y compasión por aquéllos pobres individuos que estaban por entrar en las puertas del infierno ¡y ellos mismo lo habían así querido! Los artículos se agravaban, no eran muchos, pero eran devastadores.

No sólo su economía era inmoral. Estos sujetos iban a por todo y arremetieron contra el último bastión de la solidaridad social. Se habían metido con nuestros viejos. “En nuestro país no habrá ‘derechos de la tercera edad’. No es nuestro trabajo garantizar el ingreso o el bienestar de las personas que llegan a edad adulta. Esta responsabilidad es sólo suya y no se harán excepciones”.

Por último, el desconocimiento absoluto de la responsabilidad de la sociedad en la vida de las personas. Una lucha de siglos, destruida en renglones. “El alcoholismo, la drogadicción, así como la obesidad, no son enfermedades sino caminos de acción que los hombres pueden, o no, tomar. No será responsabilidad del gobierno sacarlos del camino incorrecto ni indicarles cuál es el correcto en ningún modo”




¿Qué país podría salir de estos preceptos que parecían escritos por el mismísimo demonio? El reciente gobierno sólo se comprometía a proteger la seguridad física de las personas y al eufemismo de “hacer cumplir los contratos”. ¿Qué tipo de sociedad esperaríamos de semejante atropello a la moral? ¿Qué solidaridad habría en el país regido por este Pacto? ¿Con estas intenciones, cuáles serían los resultados?

El egoísmo reinará. La sociedad se volverá individualista y los Scelenos vivirán en un estado de “sálvese quien pueda (y si no puedes salvarte, entonces tienes todo el derecho del mundo de morirte y no molestar al resto)”. Bárbaro, espeluznante. Una salvajada. Así titulé mi nota esa semana de Junio: “Scelenia: Salven al ‘País de las Malas Intenciones’”. La repercusión fue conmovedora.

El público se manifestó; en las calles se exigía la liberación de los Scelenos. La comunidad internacional presionó al límite a su líder. No hubo respuestas. Estaban condenados...

Publicado en “Memorias de un periodista”, de Gregorio Dagnino Ruiz, Scelenia 2078.

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(i) Este extracto de las memorias de Dagnino Ruiz tendrá su segunda parte este Martes, en este mismo Blog. Ahí sabremos qué pasó con Scelenia finalmente.

(ii) Las imágenes son de http://www.banksy.co.uk/

jueves, 15 de julio de 2010

¿Ser gay, ser heterosexual o ser humano? Esa es la cuestión

Luego de un extenso debate, el Congreso decidió que el Código Civil sea modificado para que de su lectura se interprete que el matrimonio implica, no sólo la unión de dos personas de sexos opuestos, sino también la de dos personas del mismo sexo.

La importancia de este largo debate radicaba en un tema tan esencial como difícil de observar en profundidad. Se trataba de tomar a las personas por lo que son: personas. Del debate podría haberse extraído de una vez y para siempre una verdad evidente en sí misma: que todos somos creados iguales.
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A juzgar por los acontecimientos, si bien pareciera que esto fue lo que sucedió, debo decir que el resultado del debate fue una lamentable confusión filosófica.

De acuerdo a lo ocurrido, los argentinos no somos individuos “creados iguales” sino hasta tanto el señor Pichetto y la señora Estenssoro no lo dictaminen en el Congreso. La igualdad de derechos en Argentina no está dada por el hecho de que somos humanos, sino porque otros humanos, que se llaman diputados y senadores nos la otorgan. Como diría Jack Slater en “El último Gran Héroe”: “¡Grave Error!”

La minoría oprimida que necesitaba un liberador

Siguiendo el curso actual de los acontecimientos, estamos al borde de creernos el cuento de la minoría oprimida que necesitaba un liberador. Para peor, el cuento termina con un monumento a Cristina Fernández en medio del boliche "América" (pagado por todos, por supuesto).

Si de minorías hablamos, los gays y las lesbianas no son las únicas. ¿Qué pasa con los bisexuales? ¿Qué pasa si un día una mujer bisexual decide pasar el resto de su vida al lado de dos personas, una mujer y un varón? ¿Qué pasa con la poligamia y la bigamia, aún dentro de relaciones heterosexuales? ¿Quién decidirá sobre la herencia de estas familias? ¿Quién decidirá sobre la adopción de estas mínimas unidades sociales? ¿Quién legislará sobre la pensión que les quede a las dos mujeres de un bígamo difunto? ¿Qué cargada inventarán los chicos en el colegio para decirle al hijo del bígamo? (Ninguna porque seguro el pibe respondería “Mi papá se mueve a dos minones ¡tarado!”).


En fin, el cuento de la minoría que necesitaba un liberador es simplemente inexistente y creerlo implica desconocer principios filosóficos fundamentales. El ser humano es libre y, como tal, tiene derecho a su propia vida y a vivirla como le plazca, aún equivocándose. Este derecho a mi propia vida es el que me permite decidir con quién voy a vivir, cómo voy a celebrar mi sexualidad, con quién y cómo voy a tener hijos,etc.
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Los derechos son anteriores al gobierno

Al respecto de lo anterior es interesante darle una leída al segundo párrafo de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica:

“Sostenemos que estas verdades son evidentes en sí mismas: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos…”

Quien no crea en dios puede reemplazar “su creador” por “la naturaleza” y el fondo de la cuestión permanece inmutable: el hombre nace libre y para conservar esa libertad necesitamos un gobierno que la proteja, no que la otorgue.

En este sentido, la afirmación de la presidente de la FALGBT María Rachid cuando afirma que la nueva legislación “va a ayudar a que estas familias puedan vivir con mayor libertad" no es cierta en esencia. No existe una ley que pueda darnos más libertad de la que ya tenemos por el hecho de ser humanos. De hecho por décadas muchas leyes han trabajado en sentido inverso.


La legislación sobre el matrimonio civil no es más que un ejemplo de esto. Es una legislación que garantiza privilegios a ciertos individuos como la adopción o la herencia (a través de la libreta de matrimonio y la figura del “heredero forzoso[i]”)[ii].


Entonces si una ley por definición inhabilita a una minoría a ejercer sus derechos y hace que ésta se sienta “poco libre” ¿Tiene que venir otra ley a “liberar” a la minoría o debe eliminarse la ley injusta?

La verdadera minoría oprimida

Como sugiriera Ayn Rand en su magnífica obra “La Virtud del Egoísmo”: “la minoría más pequeña del mundo es el individuo”.

En un país verdaderamente libre no hablaríamos de minorías. El gobierno trataría a todos como individuos iguales ante la ley y, lo más importante, las leyes estarían destinadas a proteger la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad de cada persona.

En un país verdaderamente libre la sola idea de que el gobierno tiene que legislar sobre la decisión de un individuo de formar una familia causaría risa. “Eso no es de países libres, es de países ‘liberados’” dirían.
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[i] El cónyuge, los hijos y los padres (si existiesen al momento del deceso) son herederos forzosos. Es decir que los bienes del difunto –por ley- deben ser repartidos entre ellos y éste sólo puede disponer del 20% de ellos para destinar a otros individuos. Más info.
[ii] (Adoptar y heredar son parte del ejercicio de la libertad de las personas pero nuestro Código Civil los ha elevado a la categoría de privilegios al otorgárselos sólo a un grupo especial de personas).

jueves, 8 de julio de 2010

Nadie vio "Precious"

Mucho se ha repetido, en el marco del debate por el matrimonio gay, que debía protegerse el “derecho del niño a tener una madre y un padre”. En esta línea, “Queremos mamá y papá para nuestros hijos” es el lema que encabezará la marcha al Congreso del próximo martes.

Ahora bien, como la alegría no es sólo brasilera, tampoco este debate es sólo argentino y este pegadizo slogan también surgió en España cuando, allá por el 2005, se debatía lo mismo.

Al respecto opinaba la socióloga Inés Alberdi en el diario “El País”:

“¿Y qué decir de los niños o jóvenes que quedan huérfanos? ¿Dónde está su derecho a tener un padre y una madre? ¿Qué van a hacer los obispos y los señores del PP para garantizarles ese derecho? ¿Podrá ser establecido el matrimonio obligatorio de los viudos y viudas para garantizarlo? ¿En qué plazos? ¿Con qué urgencia?...”[i]

Podemos ver que cuando un “derecho”, en la práctica, puede volverse inexistente e imposible de garantizar, no puede ser llamado derecho.

Ahora supongamos que, como muchos derechos que no se cumplen en Argentina (salario “digno”, comercio libre, etc.), efectivamente se consagrara éste también. ¿Por qué deberíamos siquiera considerar la alternativa mamá-papá como mejor a papá-papá o mamá-mamá? ¿Qué es primordial a la hora de criar un niño? ¿El sexo de sus padres? Evidentemente nadie vio “Precious[ii]”.

En la película (“Preciosa” en castellano), la protagonista Clareece Precious Jones es una niña de 16 años que se encuentra por segunda vez embarazada de su padre biológico. Por otro lado, su madre, Mary, no sólo maltrata física y verbalmente a Clareece sino que también la obliga a mantener prácticas sexuales con ella. La imagen de familia perfecta que se ilustra con el fondo naranja cambia de tonos rápidamente.



Estimo que con buena voluntad, quienes dicen defender este “derecho” de los niños lo hacen queriendo lo mejor para éstos y suponiendo que el hecho de tener un padre y una madre garantiza automáticamente una crianza con amor y contención para los chicos, cosa que deben juzgar imposible bajo una crianza “gay”.


Como vemos en el video, Precious también creía en esto. Sin embargo, su realidad fue bien distinta. A la hora del amor por un hijo, citando a Rodrigo, "no importa raza, religión ni color...". El amor es propiedad de los individuos libres, no de los hombres, no de las mujeres, y no necesariamente del hombre y la mujer en pareja.


Entonces: si en algún momento te encontraras en situación de dar un chico en adopción ¿qué elegirías? ¿Una pareja de hombre y mujer que pueda resultar monstruosa? ¿O una pareja de dos personas del mismo sexo que pueda resultar maravillosa?


No es justo que una ley impida este eventual segundo escenario.

[i] http://www.elpais.com/articulo/opinion/Derecho/tener/padre/madre/elpepiopi/20051003elpepiopi_9/Tes
[ii] [ii]Película del año 2009 basada en la novela “Push” de la autora americana Saphire.

viernes, 2 de julio de 2010

Totalitarismo versión Argentina 20.10

(El presente artículo está inspirado en “La mentalidad nazi en Estados Unidos” de Jacob G. Hornberger -director de la fundación “The Future of Freedon Foundation”- publicado en los números de Agosto y Septiembre de 1994 de la publicación mensual “Freedom Daily”.)


Unas décadas atrás, el premio nobel de economía Friedrich Von Hayek publicaba en su libro “Camino de Servidumbre”[i] una tesis que conmocionaría al mundo: Que la dirección planificada de la economía llevaba indefectiblemente a la dirección centralizada de la vida misma del hombre dentro de la sociedad. Además, advertía a los países aliados que, a pesar de enfrentar militarmente a los regímenes totalitarios, no diferenciaban mucho sus políticas económicas de éstos.

Si bien la Argentina se hizo esperar para declararle la guerra al Eje, pocos pensarían hoy que el nazismo tiene algún asidero en el país. Sin embargo, Hayek tenía un punto.

Prestemos atención a los siguientes extractos de la postulación de principios del Partido Nacionalsocialista alemán de 1920:
  • "Nosotros peticionamos que el gobierno provea a los ciudadanos por sobre todas las cosas de igualdad de posibilidades en lo laboral y en los medios para ganarse la vida".

  • "Las actividades individuales no deben superponerse a los intereses de la comunidad, sino llevarse a cabo dentro de ella y para el bien de ella… "

  • "Exigimos ganancias compartidas en los grandes negocios"

  • "Exigimos ampliar la seguridad social de la tercera edad"

  • "… el gobierno debe proveer una gran extensión de todo nuestro sistema de educación pública..."

  • "Combatiremos el espíritu materialista dentro y fuera de nosotros, y estamos convencidos que la permanente recuperación de nuestra gente sólo procederá bajo la insignia ‘El Bien Común antes que el Bien Individual’."
De lo anterior se concluye que existe un “bien social” y que, en ciertas oportunidades, éste entra en conflicto con el “bien individual”. Es decir, mi búsqueda del beneficio podría ir en contra del beneficio de todos.

La misma idea es expresada por Marx cuando, en su obra “El Capital”, describe el proceso de la plusvalía, la acumulación y la explotación:

“El capitalista no se enriquece, como el labrador o el artesano independiente, en proporción a su trabajo particular y a su sobriedad personal, sino proporcionalmente al trabajo gratuito de otro que absorbe y a la privación de todos los placeres de la vida que inflige a sus obreros”[ii]

Nazis y comunistas, entonces, coinciden en que el bien individual está en contra del bien grupal y que, en las ocasiones en que se enfrenten, el gobierno debe hacer prevalecer al grupo y sacrificar al individuo. Sin embargo, si bien iguales en los principios, marxistas y nacionalsocialistas se diferencian en los métodos.

Como escribiera Leonard Peikoff en “The Ominous Parallels”:


"Contrarios al marxismo, los nazis no postulan el poder estatal de los medios de producción. Ellos exigen que el gobierno supervise y controle la economía nacional. El tema de la propiedad legal es secundario, dice el nazismo; el punto del control es aquí fundamental. Los individuos, por lo tanto, continúan siendo propietarios, siempre y cuando el Estado se reserve el absoluto derecho de regular la propiedad".

En función de esto, no podríamos sugerir que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner sea marxista. Sin embargo, no podemos decir lo mismo acerca de su fuerte raigambre totalitaria.

Si bien esto no sólo es patrimonio de ella y su marido (ya que, en coincidencia con la descripción de Peikoff la propiedad en Argentina ha estado controlada y regulada desde las primeras décadas del siglo XX) podría afirmarse que Cristina Kirchner habría aplaudido la proclama de 1920 de haber tenido la oportunidad. De hecho ¿no ha obrado bajo principios similares?:

“Este Estado ha construido desde 2003 un proyecto de país absolutamente diferente, poniendo al mercado controles y regulaciones… este es un Estado que ha ayudado mucho al mercado y que no hizo lo que hicieron con él. Al contrario, el año pasado, cuando el mundo se caía, estuvo presente el Estado en todos los frentes (…) Fuimos después de China, según la ONU, el país que más esfuerzo fiscal puso para hacer frente a la crisis…”[iii]


La moderna demagogia ya no pone al Mercado en el banquillo de los acusados, sino que lo lleva al diván. Es decir, el mercado no es malo por sí sólo pero como, en el fondo, está guiado por aquellos sentimientos oscuros del hombre como la “codicia” y el “interés personal”, como un paciente psicótico, debe ser “ayudado”.

A esta altura, no nos sorprende que CFK tenga este razonamiento. Sin embargo, sí sería lamentable que (más allá que no nos guste este gobierno o lo critiquemos) compartiéramos sus principios ideológicos básicos.


La crisis es filosófica. El interés “social” no existe sino como una suma de nuestros bienes individuales y cada individuo está capacitado para descubrir cuál es su “bien” siempre y cuando respete la vida y la propiedad de otros. Cualquiera que diga lo contrario miente y, voluntariamente o no, está plantando la semilla de los regímenes más trágicos de la historia del hombre.