Friends fue definitivamente una de las mejores series de los últimos años. Hace poco, y dado que usualmente me gusta tratar estos temas en el blog, me recordaron de este capítulo en que Joey Y Phoebe tienen una discusión acerca del egoísmo. Me encantó.
Entonces bien. El tema está planteado: ¿Hay acciones que no sean egoístas? ¿Cuándo hacemos algo “por otro”, lo estamos haciendo verdaderamente por el otro, o lo hacemos por nosotros mismos?
Si damos una mirada a lo que el autor del tratado de economía “La Acción Humana” Ludwig von Mises tiene para decirnos, podemos acercarnos a una respuesta:
“En el estricto sentido del término, el hombre que actúa aspira solamente a un fin último, a la consecución de un estado de cosas que le siente mejor que sus alternativos (…)
La característica distintiva de estos fines últimos es que dependen enteramente en el juicio de valor personal y subjetivo de cada individuo, que no puede ser examinado, medido, y mucho menos corregido por ninguna otra persona.”[i]
De esta forma, cuando Joey decide participar del Teletón, la decisión y el hecho que efectivamente participe nos muestran a los demás que, dentro de sus juicios de valor personales, Joey considera “mejor” ser co-conductor del programa que quedarse en su casa sin hacer nada, o continuar en la búsqueda de otro trabajo.
Sin embargo, Phoebe dice que su acto es egoísta porque su único interés es “salir en la tele”. Desde esta perspectiva Joey es egoísta porque su acto no es desinteresado. No se trata sólo de ayudar, sino que está detrás de un beneficio, utilidad o ganancia personal.
Ahora bien ¿Existen los actos desinteresados? ¿Si Joey fuera al Teletòn simplemente porque quiere ayudar, podríamos llamar a eso un acto desinteresado? Sobre este tema, vale la pena citar las palabras del filósofo argentino Gabriel Zanotti al tratar el tema del amor de benevolencia:
“En el caso del hombre, el amor de benevolencia busca el bien del amado. En ese caso, es absolutamente necesario entender que el bien del amado y el bien del amante son sólo uno: pues el bien del amante y, por ende, lo que agrega perfección a su ser, es precisamente el bien del amado (…) La entrega al otro es "útil" para el amante, en cuanto "utilidad" hace referencia, en su máxima dimensión analógica, al bien que recibe todo ser humano en toda conducta racional.
Es así que, aunque resulte insólito, la acción racional (…) también se da en el amor de benevolencia. La entrega total al otro implica el máximo bien para la persona que hace dicha entrega, y por ende, su máxima ganancia…”[ii]
Es decir, aún cuando desde afuera parezca (o los mismos protagonistas de la acción así lo comuniquen) que un acto es totalmente desinteresado, el hecho que se realice demuestra que las partes tienen interés en llevarlo a cabo.
Sobre si ese interés es ayudar a los desposeídos o tener el mejor auto, podemos armar nuestro juicio de valor personal. Pero en ningún caso podríamos decir que tener un auto es egoísta y ayudar al prójimo no lo es.
Ambas acciones reflejan la escala de prioridades del actor. Y en ambos casos, la acción es egoísta e interesada. En este sentido, cualquier estudio serio sobre la conducta humana debería darle la razón a Joey.
Muy muy bueno! que buenas palabras las de Zanotti.
ResponderEliminarPor fin, entiendo que simplemente el desinterés es el antonimo del interés.
ResponderEliminarClaramente obvio.
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