viernes, 8 de julio de 2011

Defender lo Defendible

Escribir estas líneas para defender a uno de los personajes más abominables de la escena política actual sería intentar defender lo indefendible. En ese sentido, mi interés es que la figura de Luis D’elía siga gozando del mismo rechazo público que goza hasta ahora y que si debiera modificarse un ápice, sea en menos y no en más.

Sin embargo, sí creo que hay algo que vale la pena repensar respecto de sus dichos y la posterior citación judicial que el líder piquetero devenido en fuerza de choque oficialista protagonizó esta semana.

D’elía es antisemita. Sus dichos, si bien fueron bastante light para lo que nos tiene acostumbrados, son absolutamente reprochables. No por los dichos en sí sino por lo que encarnan:

“El racismo es la forma más baja, más burda y más primitiva de colectivismo.
Es la noción de atribuirle significado moral, social o político al linaje genético de un hombre – la noción de que los rasgos intelectuales y de carácter de un hombre son producidos y transmitidos por la química interna de su cuerpo. Lo que significa, en la práctica, que un hombre debe ser juzgado, no por su propio carácter y acciones, sino por los caracteres y acciones de un colectivo de antepasados."

Teniendo en cuenta que Luis D’elía juzgó a Kravetz y a Tellerman por su pertenencia a un colectivo (religioso en este caso) más allá de su individualidad y los hechos de su vida que son lo que verdaderamente cuentan, podemos decir que lo de D’elía fue racismo puro (como lo describe Ayn Rand en “La Virtud del Egoísmo”) y, como tal, es execrable.

Ahora bien ¿es necesario que la policía cuente con una división Antidiscriminación para perseguir a los infelices que anden por la vida vomitando estas expresiones? ¿No es evidente que la única perjudicada con estas aseveraciones es la ya patética imagen de D’elía en la sociedad? ¿Y qué pasa con los que piensan lo mismo pero no tienen una radio o una cámara en frente para hacer su pensamiento público? ¿Cómo vamos a combatir la discriminación que nos rodea a diario? ¿No está D’elía en su derecho a expresarse de la manera que quiera siempre y cuando no perjudique la vida de otros?

Se puede argumentar que los dichos del piquetero pueden afectar la sensibilidad de algunos. ¿Ahora bien, quién puede sentirse tocado por lo que diga este personaje? ¿Y si de hecho lo hicieran, afecta una frase el curso natural de su vida?

Parte de vivir en un país con libertad como reza nuestro preámbulo es tener la posibilidad de decir lo que nos parezca. Si perseguimos judicialmente a D’elía por decir lo que a él le parece, evitamos el funcionamiento de un mecanismo mucho más poderoso para refutar las ideas que es el del intercambio, el del debate y, en última instancia, el de la ignorancia total.

Para personajes tan marginales, el último parece ser el camino indicado. Pero la persecución judicial no sólo no se corresponde con la idea de un país libre, sino que le da entidad a dichos que deberían ser tomados como de quien vienen y, en consecuencia, ser ignorados en el mismo momento en que son terminados de decir.

7 comentarios:

  1. El tema que planteás, Iván, involucra una discusión doctrinaria bastante compleja. Imagino que los ancaps y los libertarios extremos inspirados en Rothbard seguramente piensan que no se debe sancionar a D'elia por sus dichos (en realidad, están en contra de todo tipo de sanciones porque rechazan la propia existencia del estado) porque -imagino que argumentarán- "D'elia no inició agresión contra nadie", lo cual, técnicamente, es cierto.

    Sin embargo, como yo no soy ancap ni estoy de acuerdo con la doctrina de Rothbard, sí creo que D'elia debe ser sancionado por sus dichos, no por el contenido sino por haberlos expresado públicamente y a través de un medio masivo. La razón de esto es que semejantes expresiones constituyen claramente una incitación a la práctica efectiva del racismo. Es decir, a mi juicio, lo que es condenable no es tener ideas racistas sino divulgarlas deliberadamente...

    Es un tema muy complejo y creo que demanda un análisis muy cuidadoso, desapasionado, sutil y profundo. No creo que haya muchos liberales (que habitualmente no son nada racionales, sutiles, moderados ni profundos) en condiciones de abordar este tema. Pero en esencia, creo que la descripción que te di es la que fija un criterio apropiado para abordar un problema que, por cierto, es muy espinoso

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  2. A ver... antes que nada, creo que lo que explica, sobre todo, la reacción judicial con lo de D'elía es algo meramente político. Incluso los tres candidatos en la ciudad reprobaron sus expresiones con lo que el resto de los funcionarios comenzaron a luchar para ver quién era más papista que el papa y terminaron iniciando demandas en un juzgado y en la policía. Así que bien, es cierto que es espinoso y profundo, pero nada de eso le interesa a nuestros políticos.

    Yendo a la cuestión de si debe o no perseguírselo, yo pienso que el problema -para D'elía y no para mí- es tener estas ideas horribles en primer lugar. El hecho de que puedan difundirse de manera pública a través de un micrófono no agrega nada a la cuestión. En este sentido ¿qué sería la práctica efectiva del racismo?

    ¿Sería, por ejemplo, no contratar a alguien porque no me gusta su color de piel? ¿Y no se perjudica el empleador al reducir las posibilidades de conseguir un buen empleado?

    ¿Sería, por ejemplo, no dejar entrar a un restaurant a un tipo por la religión que profesa? ¿Y no se perjudica el dueño porque reduce su clientela y, además, se gana el repudio de toda una comunidad?

    ¿Sería ir y pegarle una piña, rayarle el auto o romperle el negocio a un tipo porque pertenece a una “raza inferior”? ¿Y no aplica ahí la sanción del Estado protector de la vida, la libertad y la propiedad de los ciudadanos?

    O sea, una cosa es decir “sos un idiota” y otra cosa es pegarte una piña. Me parece que lo primero no afecta tu libertad y lo segundo sí. Es por esto que, en principio, trazaría la línea ahí.

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  3. 100% de acuerdo con la línea editorial.

    Pedir un castigo a D’elia por decir que el Mossad banca a Schocklender, o que la inflación es culpa de los extraterrestres es tomarnos por idiotas a todos.

    No podemos judicializar el debate político. La gente juzgará las opiniones de D’elía con pesamiento crítico y decidirá por sí misma si tiene razón o es un delirante a sueldo.

    No creo que un juez esté más calificado que una persona común para decidir qué se puede decir y qué no. Asi se empieza… hoy no le dejamos decir algo a D’elia porque hiere los sentimientos de algunos, mañana no lo dejamos exponer a León Ferrari porque hiere los sentimientos de otros, pasado cerramos una revista y cuando nos queramos acordar estamos ciegos en medio del autoritarismo.

    Hay que ser tolerante y desacreditar los delirios con argumentos, no con censura o castigo.

    Además, no hay que olvidar algo:
    D’elia twitea comentarios antisemitas --> Se enteran 5.000 personas.
    D’elia twitea comentarios antisemitas y le hacen un juicio --> Se enteran 100.000 personas.

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  4. IVAN: me parece un editorial MUY VALIENTE. Sin embargo, creo estar de acuerdo con el erudito comentario de Alejandro Sala,y que el tema debe incluir un análisis de la (a veces) frágil linea divisoria entre lo público y lo privado. Pero (como siempre) es todo un aporte que "nos pongas a pensar..."
    KEEP WALKING!
    LAtia

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  5. El argumento de Cocodrilo mental, en el sentido de que un juicio implica ampliar la repercusión del tema, es válido y obliga a poner en la balanza también esa cuestión: si la aplicación de una sanción no tendría un efecto multiplicador que en definitiva sería más perjudicial que beneficioso, es decir si, finalmente, no le terminaríamos haciendo propaganda al antisemitismo...

    Tal vez convendría no sancionar las primeras manifestaciones antisemitas de nadie pero habría que estar atento y si ese tipo de manifestaciones se multiplican y finalmente se empiezan a propagar, entonces sí habría que aplicar una sanción... Digamos que la opción por la sanción plantea a su vez la discusión acerca de qué sanción y en qué momento se aplica y por decir qué cosa...

    Creo, poniendo todo en la balanza, que si fuera posible manejar el tema discretamente, sin aplicar sanción, y conseguir que el brote antisemita se extinga solo, eso sería lo mejor. Pero hay que estar preparado para la hipótesis de que el brote antisemita se propague...

    Por supuesto que no se puede sancionar a quien elige no tratar con determinadas personas (judíos, negros, homosexuales, etc). Si alguien se los quiere perder como clientes, es cuestión de cada uno. Yo recuerdo no haberles alquilado un departamento a una pareja de homosexuales porque me resultaron muy desagradables y porque temí que si se peleaban me terminaran destruyendo el inmueble... Y no me siento para nada culpable por eso porque en verdad defendí mi interés individual. Pero es diferente cuando una expresión se hace pública y eso puede dar lugar a un "efecto contagio"... Creo que ese es el principal problema

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  6. Alejandro lo que planteás es interesante. O sea, qué pasa di de repente por la difusión, etcétera, todos nos volvemos antisemitas o discriminadores con determinados grupos. Yo me preguntaría si por más propaganda que tenga, eso realmente pasaría.

    Por poner un ejemplo, el Kirchnerismo gasta fortunas en publicidad, tiene 678, tiene todo el canal público con programas ad-hoc, tiene medios como Página12, El Argentino (que es gratis) y otros en donde sólo se comunica el gobierno maravilloso que tenemos y, sin embargo, no todos son kirchneristas.

    Yo insisto, el problema son las ideas y no su expresión pública. Creo que cada uno tiene que tener derecho a decir lo que piense sin riesgo de ser perseguido judicialmente. (Y esto no quiere decir que quien tenga expresiones desagradables no cargue con la responsabilidad por ellas).

    Por otro lado, queda en nosotros el desafío de presentar mejores argumentos y superar las "D'eliadas" cotidianas.

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