martes, 28 de diciembre de 2010

¿La Feliz?

Pensando en el famoso sobrenombre que lleva la ciudad de Mar del Plata me acordé de este breve cuento:

“La Maestra enseñaba a los niños: ‘La hiena es un animal que vive en el norte de África, come carroña y se aparea una vez al año. Su característica distintiva es que emite un aullido semejante a la risa del hombre...'

Entonces pregunta:

- A ver, Juan, ¿qué entendiste?

- La hiena es un animal que vive en África, come carne podrida y se aparea una vez al año, y hace un aullido que parece que se está riendo...

- ¡Muy bien, Juanchi! ¿Y vos, Jaimito?

- Yo, en realidad, tengo una pregunta maestra: Teniendo en cuenta lo lejos que vive, la porquería que come, y lo poco que coje... ¿De qué corno se ríe la Hiena?”

Ahora repasemos las últimas noticias de “la feliz”.

El 23 de Diciembre el diario Infobae publicó que en Mar del Plata, las motos se venderán con cascos de manera obligatoria gracias a una nueva ley del Concejo Deliberante. Para que se entienda, esto es como que vos tengas un quiosco y cada vez que vendas chicles o caramelos, tengas que agregar -de regalo- una pasta de dientes o un tratamiento anti caries.

Por otro lado, el suplemento “Saludable” del mismo medio festeja con bombos y platillos el hecho que La Feliz sea una ciudad 100% libre de humo . Tan libre de humo que parece que no se podrá fumar ni en los clubes de fumadores donde los que fuman no afectan a nadie.

Por último, hoy se anunciaba por TV (y con menos jolgorio) el aumento de 20% y 30% en carpas, hoteles y restaurantes para esta temporada.

Entonces, si los vendedores tienen que ser niñeras de los compradores, si cada vez se pueden comprar menos cosas y si los que deciden jorobarse la vida sin dañar a nadie no pueden hacerlo porque estarían restándole un 0.8% al 100% del "libre de humo": ¿Estaremos realmente en “La Feliz” cuando vayamos a Mar del Plata?

Bueno, puede que todavía sí. Después de todo siguen teniendo, sol, playa y olas. Y por si esto fuera poco, siempre se puede ir a ver el espectáculo de Ricardo Fort.

“Soy feliz, soy feliz, vamos que la vida es una fiesta…”

jueves, 23 de diciembre de 2010

No fue Duhalde, fue Rousseau


Probablemente por el enorme poder que acumuló durante su gobernación en la Provincia de Buenos Aires, cada vez que ocurren hechos como los del sur de la Ciudad, muchos se miran y piensan: “Duhalde debe andar detrás de esto”.

Dado que estos reclamos muestran la situación de precariedad y pobreza en que vive gran parte de nuestra población, siempre son funcionales a aquéllos que quieren ver la popularidad del actual gobierno debilitada. Ergo, las pistas llevan hacia pocos nombres.

Sin embargo, viajando por el “Discurso sobre el Origen y los Fundamentos de la Desigualdad entre los Hombres[i] de Jean Jaques Rousseau, al "cabezón" están por dictarle la falta de mérito.

Desde el punto de vista de los ocupantes –tanto del Parque Indoamericano, como del Club Albariño o los otros predios ocupados- las tomas son hechos ilegales pero consecuencia de situaciones injustas que hay que resolver y que representan una falta aún más grave que la toma misma.

Y no fue Duhalde sino Rousseau el que distinguió la desigualdad moral de la desigualdad natural (que es la que hace que vos seas rubia y yo morocho):

“… otra, que puede llamarse desigualdad moral (…) Esta consiste en los diferentes privilegios de que algunos disfrutan en perjuicio de otros, como el ser más ricos, más respetados, más poderosos, y hasta el hacerse obedecer.”

La consecuencia de esta lectura es que vos sos más rico, porque yo soy más pobre. Y si mañana Gonzalo Heredia tiene más seguidores en Twitter que “lacrisisesfilosofica” es probablemente porque se los sacó a este blog.

Entonces, cuando no tener acceso a la vivienda -mientras que otros tienen mansiones- es visto como un robo o una situación de beneficio de unos a costa de otros, el Estado que tiene que dar justicia frena y deja pasar ya que, piensa, tiene que reparar la primer situación “injusta”.

Y así es como caemos en las “políticas de vivienda”, los subsidios, y los planes de todo tipo, tamaño y color, que castigan el esfuerzo de unos en nombre de la necesidad de otros, con el objetivo de lograr la tan deseada "igualdad moral" roussoniana.

Como corolario, los principales sospechosos de coordinar las ocupaciones, como el ex-presidente, Pitu Salvatierra o Regino Acevedo, probablemente serían condenados (en un juicio que jamás existirá) como meros autores materiales.

Sin embargo, de seguirse la investigación, el autor intelectual de esta confusión de principios que termina en “usurpo porque vos me usurpaste antes” sería sin dudas el pensador francés J.J. Rousseau.


[i] “Discurso sobre el Origen y los Fundamentos de la Desigualdad entre los Hombres”, Jean Jaques Rousseau, Página 22: http://www.policialapaz.com.ar/biblioteca/Juan%20J.%20Rousseau%20-%20Discurso%20sobre%20la%20desigualdad.pdf

jueves, 16 de diciembre de 2010

Villa Soldati: ¿La Ausencia del Estado?

La ocupación del Parque Indoamericano por parte de un abultado grupo de personas en supuesta búsqueda de un lugar para vivir y el posterior enfrentamiento entre “usurpadores” y “vecinos” llevó a muchos a la conclusión de que esto es lo que pasa cuando el Estado se ausenta.

Desde prestigiosos periodistas hasta columnistas de algún programa de TV compartían -más o menos- la misma línea de razonamiento: Cuando el Estado no está, reina la anarquía, y la anarquía es la guerra de un bando dispuesto a todo que se enfrenta a otro dispuesto a todo, y más.

Ahora bien, aun suponiendo que el escándalo fue armado por algún político interesado en “desestabilizar”, de no haber una situación propicia, este personaje no podría ni organizar la ocupación de un locutorio. Entonces, ya sea que la okupación fue armada o espontánea, lo que se aprecia es que la miseria y la exclusión no han sido erradicadas aún.

¿Y quién es culpable de esto? ¿El Estado ausente? Veamos...

Por ley, el salario mínimo que un empresario debe pagar a un empleado es de 1740 pesos mensuales. Por supuesto, esto genera que si un empresario pudiera contratar por debajo de ese nivel, tendría dos opciones: o no contratar (desempleo), o contratar en negro. Si recurre a la segunda, el empleado tiene trabajo pero difícilmente tenga acceso a un crédito para comprar una casa, por ejemplo.

Por otro lado, según el Banco Mundial, los trámites burocráticos necesarios para registrar una empresa en el país pueden llevar hasta 27 días hábiles. En países que progresan, en cambio, los trámites pueden tomar entre uno y dos. No es extraño entonces que la proliferación de empresas en argentina sea lenta y el empleo no crezca.

Además, en el país tenemos cerca de un 30% de inflación anual, cuyo único responsable es el gobierno, que debe financiar sus crecientes gastos.

Por último, nuestros gobiernos están siempre dispuestos a crear “derechos” allí donde haya un grupo que diga tener una necesidad y luego financiarlos con el dinero de todos, mediante impuestos, inflación o deuda.

Como conclusión, tenemos un Estado que en aras de mejorar la situación del trabajador genera desempleo, un Estado que por controlar y supervisar al mercado y a sus agentes, destruye el incentivo para la creación de empresas que son vitales para dar trabajo y ofrecer productos a precios competitivos.

Un Estado que para alentar el consumo y salir de la recesión, ha generado una inflación que dios sabe cuándo y cómo terminará. Y, por último, tenemos un Estado que está dispuesto a compensar a cualquiera que proteste, total no asume por ello ningún costo económico, sino que nos lo traslada a todos nosotros.

Entonces ¿Cómo no va a haber gente que viva de changas y que al no poder seguir pagando su aumentado alquiler, siga al que le dice “si vamos al parque, podemos conseguir un subsidio”?

Finalmente, que los enfrentamientos no hayan sido frenados por las fuerzas de seguridad reflejan la inacción estatal. Pero nada de lo que llevó a generar esta situación tiene que ver con la inacción estatal. Es más, cabe preguntarse si no se debe al fenómeno inverso.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Jurando por un Sueño

O una pesadilla...

Hace poco asistí a la ceremonia de colación de grado de la Facultad de Ciencias Económicas, en donde recibí de manos de las autoridades mi diploma de Licenciado en Administración.

Si bien la última materia la rendí hace dos años, los trámites burocráticos toman su tiempo y uno es agraciado si recibe su diploma al año de concluir los estudios. Uno de estos trámites consiste en elegir la “fórmula del juramento profesional”.

Para asegurar que tendremos una conducta ética y responsable, y no defraudaremos maliciosamente a nadie en el ejercicio de nuestra profesión, se nos hace jurar ante algo supuestamente “superior”. Las fórmulas a elegir pueden ser:

Fórmula #1: “Juro por dios nuestro señor y estos santos evangelios, la patria y el bienestar de la humanidad y los derechos humanos, arreglar mi conducta a los dictados del bien y de las leyes, dedicar con empeño patriótico mis esfuerzos al engrandecimiento de la nación, poner íntegra y lealmente al servicio de la sociedad y de mis semejantes los conocimientos de mi profesión, de mi arte o de mi ciencia. Si así no lo hiciera, dios, la patria y la humanidad me lo demanden"

Fórmula #2: "Juro por la patria, el bienestar de la humanidad y los derechos humanos, arreglar mi conducta a los dictados del bien (…) Si así no lo hiciera, la patria y la humanidad me lo demanden"

Fórmula #3: “Juro por dios, la patria y el bienestar de la humanidad y los derechos humanos, arreglar mi conducta a los dictados del bien (…) Si así no lo hiciera, dios, la patria y la humanidad me lo demanden".

Como puede observarse, Dios y los Santos Evangelios pueden obviarse en vista de que haya ateos o religiosos no católicos entre los graduados. Sin embargo, la patria, el engrandecimiento de la nación y el servicio a la sociedad deben mencionarse siempre.

¿Y qué hay del que quiere trabajar por su futuro personal? ¿Quién considera al que quiere procurar el bienestar a su familia mediante el esfuerzo y el trabajo? ¿Por qué no se puede jurar por engrandecer la cartera de clientes y ponerse al servicio de ellos cuando nos necesiten?

Se ve que al lado de “lo patriótico”, las inclinaciones personales, quedan en segundo plano.

Ahora bien, respecto de la cuestión religiosa, ya sea que exista dios o no, sus intérpretes siempre fueron seres humanos. Y cuando los reyes decían recibir su autoridad de éstos, no evitaron caer en las tentaciones del poder, lo que terminó con el colapso de las monarquías absolutas por derecho divino de la Edad Media.

Con conceptos como “la patria”, el “bienestar de la humanidad” y el engrandecimiento de la nación, el problema es el mismo: su interpretación. ¿Quién vendrá a interpretar al pueblo y la nación cuando éstos deban demandarnos?

No hace mucho en una de sus editoriales Jorge Lanata nos recordaba –en crítica al nuevo director de Télam, Martín García, y a Federico Luppi- que no hay solamente “un pueblo”:

“García dice en una nota de La Nación: ‘estamos del lado del pueblo’, como si el pueblo tuviera un solo lado ¿No? ‘Nosotros somos el pueblo’. Mirá vos. Tanto García, como Luppi quizás representen al 40%, 50%, al 60% o al 95% de la población, pero no son toda la población. No son el pueblo. Todos somos el pueblo.”

Si bien someter nuestro accionar a algo que consideramos superior parece revestir un carácter sagrado e inviolable que asegurará nuestro buen desempeño, aceptar – ¡y jurar!- que debemos trabajar por “la nación” y servir a “la sociedad” es el caldo de cultivo para que cualquier presidente o funcionario se arrogue la representación de éstas y en su nombre vulnere los derechos más esenciales de los ciudadanos.

Los más conocidos dictadores –que en su mayoría gozaron de alta aprobación popular en sus comienzos- siempre olvidaron el detalle que el pueblo somos todos, y no su propia versión de éste.

Y dado que nadie puede representarnos fehacientemente a los cuarenta y algo de millones que ya debemos ser, es un buen momento para replantear la validez de estos juramentos y juzgar su real trascendencia.

viernes, 3 de diciembre de 2010

La Escuela Kirchner y la otra cara del Derecho a la Educación

Imaginemos que un día los dueños de Coca-Cola Company® decidieran realizar un “lifting comercial” y cambiaran el nombre de su producto estrella de “Coca-Cola” a “Luis Barrionuevo-Cola”.

Por supuesto que cualquiera podría inferir que la poca relación del nombre con el “objeto social” de la empresa, en conjunto con la pésima connotación que implica llamarse como el célebre “no robemos por dos años” Barrionuevo, tendría como consecuencia un fracaso comercial digno del libro de los récords.

He aquí un buen incentivo para que las organizaciones busquen tener nombres que las relacionen con su actividad comercial y suenen atractivos para el cliente.

Sin embargo, en el sagrado mundo de la educación pública, no existen mecanismos que prevengan a las escuelas de cometer estos errores. El caso más reciente es la inauguración de la Escuela “Presidente Néstor Carlos Kirchner”.

Más allá de lo poco que hizo Néstor por la educación, lo mucho que hizo por destruir el poder de compra de los argentinos, y los escándalos de corrupción que estallaron durante su gobierno, los chicos de Albardón irán todos los días al colegio que lleva su nombre.

Ahora bien, si Coca-Cola quiere ponerse un nombre indecoroso, poco podríamos opinar al respecto. De hecho, pondrá en juego su patrimonio, no el nuestro.

¿Pero por qué parte de nuestro patrimonio sí será destinada a financiar actividades que algunos consideramos equivocadas y distorsivas de la realidad como poner a Kirchner a la par de próceres como Alberdi y Sarmiento?

Algunos argumentarán: “Estimados, así es la democracia, cuando ellos están en el poder, hay que aguantársela”.

Ahora, ¿implica esto que cuando otro sea el presidente podrá construir la “Escuela Conductor Marcelo Hugo Tinelli” o el “Liceo Superior Actor Guillermo Francella” y quienes estén en desacuerdo deberán, no sólo tolerarlo, sino también solventarlo?

¿Implica que cuando unos estén en el poder aprenderemos que “Perón ama a los niños” o que “Perón y Evita nos aman” y cuando otro sea el gobierno, cambiará el personaje a venerar porque así es la democracia?

Podemos pensar que hay distintas miradas del mundo, la economía, la sociedad y la historia, que merecen -o no- ser enseñadas y aprendidas. Ahora, el sistema de la educación pública (y monopólica ya que todos los programas deben ser aprobados por el Ministerio de Educación para ser “oficiales”) provista por el Estado ha tendido a priorizar una mirada sobre otra. Y el resto, ajo y agua.

¿Habrá un sistema en que si es del gusto personal de alguno enseñar a las generaciones futuras lo maravilloso que fue “el primer trabajador” pueda hacerlo y no tenga que obligarnos a todos a financiarlo?

¿Existe un mundo en el que puedan convivir escuelas “Néstor Kirchner” y “Carlos Menem” y yo no tenga que ser cómplice de la decadencia de la educación nacional? ¿Podremos -con libertad- decidir a qué colegio enviar a nuestros hijos según nuestras convicciones y no según la de los que nos gobiernan?

¿No sería éste un sistema mucho más democrático y mucho más plural, de verdad?

En nombre de la pluralidad y la "democratización" se han intentado controlar los medios de comunicación, acusados de ser monopólicos.

Sin embargo, a nadie se escuchó aún hablar del monopolio que implica el sistema de educación pública y la otra cara que presenta el “derecho” a la enseñanza.