jueves, 19 de mayo de 2011

Cuidando a la Presidenta

Diez de la mañana. Olor a incienso, decoración oriental, muchos libros en la biblioteca, y un futón largo para la comodidad de los pacientes. Allí se sentó Cristina:
- Buen día doctor Nakamura.


- ¡Buenos días, mi presidenta! Es un honor tenerla en mi consultorio, aunque debo decir que me preocupa un poco porque quiere decir que algo no anda del todo bien ¿Qué la trae por aquí?


- ¡No puedo más doctor! La verdad, estoy muy cansada. Hace poco mi médico me prohibió viajar a Paraguay, estuve con problemas de presión, desmayos…


- Entiendo, sí. Y cuénteme un poco. ¿Qué estuvo haciendo esta semana?


- Bueno, lo normal ¿vio? Un poco de trabajo, digamos, nada raro.


- Veo, veo, ¿Y en qué consistió esa rutina normal de trabajo?


- Bueno verá, el jueves pasado inauguramos un centro integrador en Villa Zagala. Luego, el viernes, me reuní con los dirigentes de la CTA y el martes con la CAME. Es como parte del diálogo social ¿vio? Para que tengamos los salarios controlados. Ese mismo día anuncié el hallazgo de petróleo no convencional de YPF donde di cifras precisas sobre reservas y otras cuestiones técnicas. El miércoles firmé otro acuerdo salarial, pero entre la UOCRA y la Cámara de la Construcción y el jueves entregué créditos estatales a jóvenes emprendedores para que se desarrollen, produzcan, generen trabajo… en fin. Y el viernes cerramos un acuerdo importantísimo para la prevención de salud en las cárceles.


- Bueno, bueno. Entonces usted me dice que en el plazo de una sola semana tuvo que encargarse de siete cuestiones de vital importancia y que, a su vez, no tienen casi nada que ver una con la otra.


- Tienen que ver, por supuesto, es el bienestar del país.


- Si claro, lo entiendo, pero usted tuvo que interiorizarse de la situación de siete circunstancias esencialmente diferentes, con diferentes necesidades, problemas, historias, intereses y alternativas de solución en juego.


- Sí, por supuesto, ése es mi trabajo.


- Bueno verá, por ahí no debería decirle esto pero tengo pacientes que aparecen aquí con crisis de nervios porque deben rendir dos exámenes en un mismo día. Tengo empleados de restaurantes que se desmayan en pleno trabajo porque hubo demasiadas mesas para atender. Y también tengo pacientes como la Señora Mirta Legrand a quien tuve que contener por no sé qué nuevo escándalo que había protagonizado su nieta.
No quiero decirle cómo hacer su trabajo, pero sí quiero decirle que lo que usted llama rutina y trabajo es humanamente imposible de realizar.


- Vaya doctor, la verdad que nunca lo había visto de esa forma. ¿Entonces son todas estas cosas las que me generan presiones que terminan afectando mi organismo?


- Creo que es una posibilidad a considerar.


- ¿Y qué hago? ¿Cómo hago para que a este país le vaya bien y yo no muera en el intento?


- ¿Probó alguna vez delegar sus tareas?


- ¿Está hablando de Cobos? ¡Por favor le pido, que veníamos bien!


- No, no. No me refería al vicepresidente. Una delegación más grande.


- Claro que sí, mis ministros trabajan muy duro. Con Amado, Guillermo y Carlos siempre nos reunimos, trabajamos mucho en equipo, aunque las decisiones finales, claramente, las tomo yo.


- Está bien, eso es una forma de delegar, pero usted sigue con la carga de decidir acerca de todo. La responsabilidad sigue siendo suya, de su equipo. Es como el general del ejército. Él delega, pero la responsabilidad es siempre suya.


- ¿Y entonces? ¿A qué se refiere?


- Bueno, le pregunto lo siguiente, para que vayamos de a poco. Si su hermano se pelea con su padre. ¿Usted qué hace?


- Trataría de intermediar, solucionar el tema.


- Bien ¿Y si su primo se peleara con su tío?


- Supongo que los escucharía si me necesitaran.


- Claro ¿Y qué haría con un vecino con quien no tiene relación?


- Creo que dejaría que él y su entorno encuentren la mejor solución. ¡No puedo estar en todo, Doc!


- Estimada, usted lo ha dicho mejor que yo. Trate de tener presente esta charla. En eso consiste la verdadera delegación, en dejar que los demás encuentren la mejor solución y la pongan en práctica. Y, por supuesto, ellos asuman la responsabilidad. La responsabilidad no es suya, mi querida presidenta. No se haga cargo de lo que no le corresponde porque la va a terminar afectando negativamente. Es mi consejo médico nomás.


- Muchas gracias Nakamura. Lo voy a tener en cuenta. Y otra cosa ¿Mirtha estaba mal por lo de Lousteau? A mí nunca me gustó ese chico...

1 comentario:

  1. Partiendo de la base de que no importa realmente si sos oficilista o no (yo mismo no lo soy) es iluso pensar que el cargo presidencial es un peso liviano. Más iluso es pensar que un presidente sólo tiene encima los compromisos que conocemos mediante la agenda periodística. Hay miles de cosas que no conocemos.
    La idea es buena pero, ya lo dije, peca de ilusa.

    ResponderEliminar