jueves, 20 de enero de 2011

Mi videoclub y el problema del INDEC

Hace unos días fui al videoclub de la vuelta de mi casa (“Videoclub Los Amigos”) interesado por comprar películas originales en formato DVD. Esto no habría sucedido de no ser porque hace meses que el pequeño local viene ofreciéndolas desde diez pesos y, considerando que un DVD nuevo cuesta entre $25 y $140, la propuesta me sonó muy atractiva.

Al ingresar al negocio, el escenario era obvio. Si bien lo sospechaba, los carteles de “Alquiler 2x1” o “Venta de DVD’s originales desde $10”, sumados a la aparición de un kiosco insertado en el local y una provisión de remeras a la venta, confirmaron que mi vecino videoclub estaba desapareciendo.

Entonces, luego de preguntar por algunos títulos para comprar, arriesgué:

- El tema de los DVD truchos los golpeó mucho, ¿no? ¿Están pensando en cerrar?

- No, no, no, para nada. Es cierto que se siente, pero ahora, por ejemplo, con el 2x1 la gente se copó bastante…

Por más que la evidencia demostraba que esa respuesta no se ajustaba a la realidad –es decir, que “Los Amigos” iba a pasar a ser el cuarto quiosco de la cuadra- el señor no se sinceró conmigo.

Pensando en su falta de honestidad, luego me planteé ¿Y por qué habría de serme honesto? ¿O acaso si tenemos un problema conyugal y un desconocido nos pregunta cómo andamos le decimos “pésimo” y procedemos a explicarle?

Más aún, estando el hombre interesado en que yo le compre los DVD a los precios que él exigía ¿le convenía decirme que el negocio andaba en baja, dándome a mí un mayor poder de negociación? Cuando van a vender su auto ¿cuentan lo mucho que consume, el ruidito que hace la caja cuando rebajan de cuarta a tercera, o la vez que un amigo se emborrachó y terminó vomitándoles todo el asiento trasero? Probablemente no.

Ahora bien, supongamos que a estas “técnicas de venta” las llamáramos “bajeza de la naturaleza humana” y le preguntáramos a John Locke qué piensa de ella.

“Al que creyere que el poder absoluto purifica la sangre de los hombres y corrige la bajeza de la naturaleza humana, le bastará leer la historia de esta edad o de cualquier otra para convencerse de lo contrario. Quien hubiere sido insolente y dañoso en los bosques de América no resultará probablemente mucho mejor en un trono…”[i]

Es decir, si nosotros somos como somos, y nuestros gobernantes son seres humanos como nosotros, no deberíamos esperar que actúen distinto. He aquí lo que sucede con el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. Hasta en su página de internet se evidencia su dependencia del Ministerio de Economía. Por más organismo técnico y autárquico que quiera ser, la última palabra la tiene Amado Bodou, o sea, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

¿Y qué interés real tiene la presidenta en blanquearnos el desastre económico que ella y el ex presidente le han dejado al país? ¿No es perfectamente congruente con sus intereses ocultar la inflación y decir que la pobreza disminuye y que el trabajo abunda? ¿Y qué va a hacer que no nos mienta en la cara si tiene todas las herramientas para hacerlo impunemente?

Para evitar los excesos de la monarquía absoluta John Locke propuso un sistema de división de poderes y un gobierno limitado principalmente por una Constitución. Una alternativa para evitar que el gobierno siga dibujando números podría ser pasar el control del INDEC al Congreso.

Otra alternativa –que creo definitiva- sería dejar las estadísticas a alguien que ponga en juego su nombre, su prestigio y su patrimonio en el compromiso con la verdad. Alguien que, al incurrir en maniobras oscurantistas, vea afectada su credibilidad y esto le genere un quebranto económico.

Hasta ahora, ningún ente público ha presentado estas características.


[i] John Locke. “Segundo Ensayo Sobre el Gobierno Civil”. Ediciones Libertador, Buenos Aires 2004.

jueves, 13 de enero de 2011

El Juego de las Diferencias

Existe un juego que si hoy tratásemos de jugar, más de uno perdería. Este es el juego de las diferencias entre la Ley de Radiodifusión (22285) y la nueva ley de Medios de Comunicación Audiovisuales (26522).

El problema es que ambas disposiciones tienen en común tres pilares fundamentales. El primero es la declaración de la “comunicación audiovisual” o “radiodifusión” como un servicio de interés público. El segundo es que a través de ambas leyes podemos ver una exaltación de la “argentinidad” o lo nacional por sobre lo foráneo. Por último, ambas leyes tienen como objetivo la protección del espectador.

Interés Público

Por más que en el discurso intente oponerse visceralmente a las ideas de la dictadura de los `70, el gobierno de los Kirchner (impulsor de esta ley) comparte con ellos la idea de que los medios son de interés público.

El problema con esta pomposa declaración es que como ese interés es tan difícil de identificar –ya que somos 40 millones con distintos pareceres y deseos- probablemente lo que termine imponiéndose sea el interés propio del gobierno que dice (por ganar las elecciones) ser el representante de todos.

Finalmente, la consecuencia puede variar desde tener programas de “promoción cultural” con gauchos cocinando asados en algún canal perdido, o bien a tener la versión argentina de “Aló Presidente” con CFK como animadora y Aníbal, Bodou y Randazzo en el rol de panelistas incisivos.

Lo Nacional

La vieja ley sugería que “La programación deberá incluir, preferentemente, obras de autores nacionales e interpretaciones de artistas argentinos[i]. La nueva, a diferencia (perdón, en la misma línea), impone que “Los servicios de televisión abierta deberán emitir un mínimo del 60% de producción nacional; con un mínimo del 30% de producción propia que incluya informativos locales.”[ii]

Ahora bien, ¿Por qué cuando a Mauricio Macri se le ocurre acusar a la“inmigración descontrolada” de peruanos y bolivianos de ser la culpable de los hechos ocurridos en el Parque Indoamericano, todos coincidimos en tildarlo de xenófobo pero cuando el gobierno impulsa una ley donde al capital y al trabajo extranjero se le da un lugar de segunda, a todos nos parece fenómeno? ¿No es este otro caso de lisa y llana xenofobia?

Protección del Espectador

He aquí donde la izquierda y la derecha estrechan sus manos y nos dicen “tranquilos, nosotros los cuidamos”.

La diferencia es que van a cuidarnos de cosas distintas. Mientras la ley vieja busca protegernos de que “atenten contra la salud o estabilidad síquica de los destinatarios de los mensajes o contra su integridad moral[iii], la nueva intenta protegernos de una supuesta concentración de medios que podría –dios no quiera- hacernos pensar algo que a ellos no les guste:

Con el fin de impedir la formación de monopolios y oligopolios, el proyecto de ley pone límites a la concentración, fijando topes a la cantidad de licencias y por tipo de medio.[iv]

Para protegernos los militares inauguraron el COMFER, mientras que los del Frente Para la Victoria lanzaron la AFSCA y además agregan una serie de regulaciones referentes a las licencias con el fin de evitar la “concentración” –o sea, concentrar pero en manos amigas-.

Ahora bien ¿Por qué tenemos dos leyes tan parecidas en esencia pero diseñadas por ideologías supuestamente antagónicas?

¿Será esto señal que desde ambos lados del espectro político sí se cree en la existencia del “interés público” y se acepta que Cristina o el General de turno sean los encargados de expresarlo?

¿Será que ambas facciones se olvidaron que su misión como gobernantes es “asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”?

¿Será que izquierda y derecha coinciden en considerar al televidente un ser poco capaz de cambiar de canal o simplemente apagar el televisor si lo que tiene en frente no le gusta?

Los impulsores de la nueva ley alzan la bandera de la “democratización” de los medios. Sin embargo, en esencia y en principios, coinciden con una ley promulgada por un gobierno militar bastante poco democrático.

¿Y nosotros? ¿Estamos en condiciones de creer que los medios interesan sólo a quien produce y a quien consume y no "al pueblo"? ¿Podremos dejar la xenofobia de lado y abrir las puertas sin prejuicios? ¿Estamos listos para adueñarnos verdaderamente del control remoto?

jueves, 6 de enero de 2011

"La Gente no Entiende"


Los inconsistentes argumentos en favor de una Ley de Medios

Cuando haciendo zapping aparece un genio en la pantalla, no puedo hacer otra cosa que mirarlo. Y esto fue lo que me pasó este lunes cuando enganché el programa “Chiche en Vivo” que se emite todos los días a las 20 Hs. por el canal Magazine de Cablevisión.

Si bien Chiche Gelblung ha marcado un estilo único en la televisión, el genio al que hago referencia era su invitado del día: el fantástico Guillermo Vilas.

En la entrevista, el ex número uno charlaba sobre antioxidantes y contaba una anécdota de relativa gracia al respecto, lo que llevó a Chiche a reflexionar sobre los medios y las veces que éstos publicitan que las propiedades del producto “A” son buenas para el síntoma “B”, para luego decir exactamente lo contrario a los pocos días.

Ante este comentario, la reacción de Vilas fue sugerir que semejante tendencia debería ser controlada, regulada, prohibida o “frenada”, para usar sus términos. Que los medios digan una cosa para después decir otra exactamente opuesta debe frenarse “porque la gente no entiende, se confunde”, argumentó.

Ahora la pregunta es ¿Quiénes?

¿Quién no entiende? ¿A qué gente se refiere el gran campeón cuando habla de que “la gente no entiende”? ¿Se referirá a sí mismo, o querrá decir que él sí es suficientemente inteligente para entender pero hay muchos que se creen cualquier cosa? Ahora, si él es tan inteligente ¿Por qué no puede serlo el resto de la sociedad? ¿O hay que ganar Roland Garros para no creer todo lo que dice la tele?

El cuento, que parece banal, no lo es en lo más mínimo puesto que este mismo argumento es el que utilizan nuestros gobernantes para combatir el supuesto “monopolio informativo” y, de paso, controlar la red de comunicación nacional en lo que representa una seria amenaza a la libertad de expresión en el país.

Según este razonamiento, hay gente incapaz en riesgo de creerse todas las pavadas que dicen “los medios” y gente iluminada, que puede protegernos del monstruo. A saber, Cristina Fernández, Gabriel Mariotto o Luciano Galende.

Ahora bien, si todos creemos que una Ley de Medios es buena porque protege a aquéllos que creen todo lo que la "corpo mediática" afirma, vuelve la duda. ¿Dónde están estas "víctimas"? ¿Quiénes son? ¿A quién vamos a “proteger” si, en realidad, todos pensamos que la ley es buena para “otros”?

Creo que este argumento oculta la inseguridad propia de los que lo esgrimen. “El protegido” no es otro que ellos mismos que todavía no se dispusieron a asumir que son los únicos responsables de creer o desconfiar, de mirar un canal o cambiar a otro, de leer un diario o leer un libro.

Olvidan que, como dijera Martin Luther King, “Nadie se nos montará encima, si no doblamos la espalda”.